domingo, 21 de junho de 2009

Sobre Santa Teresa

A ver qué parece esto a los expertos:

Si Francisco Javier podría personificar el espíritu misionero en la primera mitad del siglo XVI, una de las mejores representantes de la religiosidad interna en España durante la segunda mitad del siglo sería Teresa Sánchez Cepeda, nacida en Ávila en 1515 y llamada más tarde Teresa de Jesús. Aunque se ha insistido, algo ociosamente como en otros casos, en los antecedentes conversos por el lado paterno de su familia, su carácter plenamente cristiano no ofrece duda. Con siete u ocho años, ella y un hermano suyo, influidos por las leyendas cantadas en romances y por el ambiente religioso, se fueron de casa con intención de marchar a "tierra de infieles" y conseguir allí el martirio. Devueltos a casa por un tío suyo, decidieron hacerse ermitaños. A los doce años se aficionó a los libros de caballerías y a sus "vanidades" y finalmente, tras una grave enfermedad, decidió meterse monja. Ante la rotunda oposición de su padre, dejó la casa familiar e ingresó en un convento, con dieciocho años. Su salud empeoró, y aunque su padre la llevó a otra localidad para que se recuperase, llegó a quedar paralítica durante dos años. Según escribiría, en 1542 tuvo una visión de Jesucristo y fue influida por algunos dominicos y jesuitas; a partir de 1558 habría tenido nuevas visiones místicas y contacto con la divinidad. Al mismo tiempo se propuso una reforma rigorista de la orden del Carmen donde había profesado, la cual se había relajado notablemente, a su juicio. Proponía una estricta pobreza, clausura y ejercicios ascéticos para mortificar la carne. Después de diversos obstáculos, fue autorizada a proseguir con su reforma y fundar monasterios. Pese a su mala salud que le ocasionaba fuertes dolores, desde 1562 hasta su muerte veinte años más tarde, recorrería gran parte de España, fundando hasta dieciséis conventos carmelitas, en Ávila, Toledo, Pastrana, Alcalá de Henares, Salamanca, Medina del Campo, Segovia, Sevilla, etc.; que, por lo demás, componían un conjunto de ciudades bastante ricas, objeto de abundante literatura. Promovió una derivación de la orden, los Carmelitas descalzos, que encontraría fuerte oposición entre los calzados, reacios a sus reformas.

Las experiencias místicas y aspiraciones reformistas despertaron los recelos, interesados o no, de muchas personas, y en 1574 y otras ocasiones posteriores Teresa fue denunciada a la Inquisición, por expresiones presuntamente heréticas en sus libros y por la semejanza de sus éxtasis con los alumbrados. Pues desde principios del siglo habían ido formándose en algunas ciudades círculos religiosos llamados alumbrados o iluministas, una derivación extrema de las ideas erasmianas de religiosidad "recogida", oración interior y aprecio no muy alto por el clero. Lo cual llevaba a los alumbrados al "dejamiento" o abandono personal a la gracia divina, que produciría una comunicación directa con Dios mediante éxtasis místicos, dejando de lado los ritos externos, la jerarquía eclesiástica o la idea del infierno. Entre los "dejamientos" y la práctica sexual había más que semejanzas, pues sus penitencias podían consistir en ayuntamientos carnales entre los sacerdotes y sus seguidoras, que por este medio sacarían almas del purgatorio o hasta engendrarían algún mesías. Los alumbrados, y también Teresa, fueron tachados de tener comunicación con el diablo, no con Dios, y fueron castigados con penas menores.

Varias ideas alumbradas recordaban al protestantismo, que a mediados de siglo preocupaba a la Inquisición y a la autoridad política como fuente de posibles desórdenes y guerras civiles al estilo de los del centro de Europa. Máxime cuando las querellas religiosas internas amenazaban ya a Francia y la corona inglesa, asimilada al protestantismo y en colaboración con él, patrocinaba ya como negocio la piratería contra barcos españoles en el Mar del Norte y Canal de la Mancha. En 1558 y 1562 se incoaron procesos contra núcleos protestantes detectados en Valladolid y en Sevilla, los cuales fueron extirpados drásticamente, con ejecución de un centenar de personas. Después, los brotes luteranos serían mucho menores y con escasas ejecuciones. Se dice que Teresa tuvo la visión de la tortura y asesinato del jesuita padre Acevedo y otros treinta y nueve misioneros que iban a Brasil, por el pirata hugonote Jacques Sores, que en 1555 había asaltado y quemado La Habana.

Teresa de Jesús superó, sin embargo, las suspicacias y molestias inquisitoriales. Contó con el apoyo de religiosos que serían canonizados, como el cacereño Pedro de Alcántara o el valenciano Francisco de Borja, tercer director general de los jesuitas, después de Ignacio de Loyola y del padre Laínez. Sus confesores y protectores le incitaron a escribir su autobiografía y sus experiencias, a lo que ella accedió, aun no creyéndose buena literata. Fue muy importante su relación con Juan de Yepes, conocido para la posteridad como San Juan de la Cruz, uno de los mayores poetas españoles y el mayor poeta místico, de gran influencia posterior dentro y fuera de España. Al revés que Teresa, procedía de familia "pobre de solemnidad", de un pueblo de Ávila, y recibió en calidad de tal instrucción sumaria en un colegio religioso, y más tarde enseñanza superior con los jesuitas de Medina del Campo. Adquiriría una cultura humanística y teológica muy elevada. En 1567 conoció a Teresa, que le convenció de unirse a la orden del Carmen reformada, fundó algunos monasterios para varones y ayudó a aquella en sus otras fundaciones. Las trifulcas dentro de la orden carmelita se cebaron especialmente en él, pues en 1577 fue apresado durante nueve meses, en Toledo, por carmelitas "calzados", que lo sometieron a latigazos y humillaciones hasta que consiguió huir. En prisión escribió parte de su Cántico espiritual, inspirado en el Cantar de los cantares bíblico. Sus otras dos obras más conocidas son Noche oscura del alma y cuyo tema es el encuentro del alma con Dios, su separación del cuerpo y los obstáculos mundanos y penalidades a vencer en el proceso. Para explicar su simbolismo escribiría un trabajo en prosa con el mismo título. El tema es esencialmente el mismo en Subida al monte Carmelo o en Llama de amor viva. Los poemas están influidos por la Biblia, en especial el Cantar de los cantares, por Petrarca y, como fue típico en España, donde las formas del Renacimiento no impidieron la continuidad de la poesía popular y su combinación con las primera, por el romancero. Escribió también obras de teología. Lo esencial es el proceso de unión con Dios, que exige el silencio de las potencias del alma, memoria, entendimiento y voluntad, y su transformación completa en las virtudes teologales, esperanza, fe y caridad.

Tienen gran semejanza las poesías y obras místicas de Santa Teresa, que propone en su autobiografía cuatro pasos para la máxima elevación espiritual: la oración mental concentrada en la pasión de Cristo y la penitencia; la disolución de la voluntad personal en la divina; un estado de éxtasis sobrenatural en que la razón, la imaginación y la memoria son absorbidas por el sentimiento de Dios, y por último el rapto completo en que desaparece la consciencia de estar en el cuerpo y todas las facultades humanas se absorben en la divinidad, llegando a una sensación de levitar.

Así como Juan de la Cruz emplea el amor humano como metáfora de la experiencia mística, la descripción de algunas visiones por Teresa sugieren el acto sexual, que ha permitido una fácil explicación freudiana como derivación histérica de la sexualidad. Ello parece más apropiado para el fenómeno de los alumbrados, pero en la vidas de ella nada permite suponer histeria, todo lo contrario, pues siempre parece haber mantenido la serenidad. Su célebre poema Nada te turbe (...) la paciencia todo lo alcanza (...) sólo Dios basta...refleja evidentemente su actitud. Y no hay constancia alguna de una derivación sexual en su mística, más bien al contrario. En algunos poemas y en obras como Camino de perfección  o El castillo interior o Las Moradas se revela como una de las más destacadas escritoras o escritores místicos que haya habido, y su penetración introspectiva le permite explicar con claridad sus experiencias, en un lenguaje sencillo y de notable calidad literaria. Por otra parte, su misticismo no estorbaba un talento organizador y práctico del mayor nivel, expuesto en su obra fundadora y en sus libros de orientaciones para la dirección de los conventos.

Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado

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