Obama ha conquistado el Nobel de la misma manera que el corazón de los europeos. Como encarnación de una patada en el trasero de Bush y de su estrategia antiterrorista y militar. Algo muy parecido a la conquista electoral de Zapatero en 2004, otra patada en el trasero de Aznar, por esa misma estrategia antiterrorista y militar y lo que consideraron su consecuencia, el 11-M.
El problema para Obama y para su admirador Zapatero, que ayer quiso fundirse con el aura de sus éxitos pero también se comprometió inevitablemente con sus posibles fracasos, es que Obama no ganó las elecciones por esa razón, sino por la crisis económica. Y que, en estrategia militar y antiterrorista, la presión de la opinión pública americana y la realidad de la amenaza le han llevado a los mismos caminos de Bush. Y lo que es más duro, a la necesidad de un éxito antiterrorista que justifique la movilización internacional y de los suyos contra su predecesor. Que es el mismo éxito que necesita Zapatero contra Aznar.
De ahí que Obama parezca cada vez más errante en política internacional. Quisiera ser ese Nobel pacifista anti-Bush, pero el necesario éxito antiterrorista le obliga a ganar la misma guerra que Bush. Empezó hablando de una nueva estrategia política junto a la militar para Afganistán y resulta que esa estrategia se ha concretado en los 21.000 nuevos soldados, en los 13.000 de ahora y en la «guerra necesaria» que defendió este verano. A punto de llegar al doble de efectivos que tuvo Bush en Afganistán. Atrapado en la guerra que los del Nobel y los europeos no quieren reconocer pero sus enemigos se empeñan en mantener y sin estrategia alternativa a la de Bush. Lo que sabe Zapatero, y también Chacón, aunque la reivindicara en la entrevista de este domingo. Para negar la realidad de que ellos tampoco tienen una estrategia alternativa a la de Aznar.
Edurne Uriarte, catedrática de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco
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