Mientras el Comité Nobel noruego noruego se regodea con el premio otorgado este año a Barack Obama -por el placer de pasar media hora con él los hay dispuestos a renunciar a todo- ayer conocíamos el procesamiento de Mehdi Karrubi, clérigo reformista y derrotado candidato presidencial iraní. Karrubi denunció en su día ante los órganos judiciales correspondientes los abusos sexuales sufridos en prisión por hombres y mujeres que denunciaron el pucherazo electoral del pasado mes de junio. Quizá ello pueda ayudar al Comité a repensar un poco a quién han dado este año el premio. Las masas que salieron a la calle en Teherán para denunciar aquel robo sin duda tenían más méritos acumulados. O los tres jóvenes que fueron condenados a muerte el pasado fin de semana por la misma causa: pedir libertad.
Pero este Obama que tan elogiado ha sido por recibir ese premio por el presidente del Gobierno español, al que ayer recibió, cree que puede llegar a un acuerdo en materia nuclear con el gobierno de Ahmadineyad a cambio de ningunear la denuncia de las violaciones de los Derechos Humanos.
Pues, como lo hacía ayer «The Wall Street Journal.» en su página editorial, conviene recordar que cuando Obama evocó en el jardín de la Casa Blanca, durante sus palabras de agradecimiento por el premio, a «la joven mujer que marcha silenciosamente por la calle defendiendo su derecho a ser escuchada aún a costa de confrontar palizas y balas» sin duda se refería a Neda Agha-Sultan, la chica de 27 años que fue asesinada el pasado junio y de cuya muerte los lectores de ABC tuvieron cumplida cuenta. Lo importante, lo que ha olvidado el Comité Nobel noruego y lo que no debe olvidar el flamante premio Nobel de la Paz es que los asesinos de Neda Agha-Sultan son los interlocutores con los que Obama intenta negociar ahora. Sobre la sangre, oprobio.
Ramón Pérez-Maura
www.abc.es
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