No pudo ser. Mejor dicho, no podía ser. Como les decía el viernes, hay reglas no escritas en la escena internacional, que se respetan más que las escritas, y una de ellas es la de la rotación geográfica en cargos y eventos. Y con Londres como sede de los Juegos Olímpicos de 2012 era prácticamente imposible que otra capital europea se llevase los de 2016. Supongo que muchos se sentirán desilusionados tras el esfuerzo y lo cerca que lo hemos tenido. Lógico. Pero nadie debe sentirse frustrado. Hemos ido más lejos de lo que los expertos nos pronosticaban. Hemos llegado a la final. Hemos dejado atrás a candidaturas de la talla de Chicago y Tokio, respaldadas por dos grandes potencias, Estados Unidos y Japón, y sólo hemos cedido ante Río de Janeiro, una ciudad mágica, en un país de ensueño, Brasil. Aparte del hecho de que Iberoamérica no había sido hasta ahora sede de unos JJOO, y era tiempo sobrado de que lo fuese. Mientras Europa, donde nacieron, lo ha sido infinidad de veces, Barcelona no hace tanto tiempo. Demasiadas ventajas para ellos, demasiadas desventajas para nosotros. Pero podemos sentirnos orgullosos de haber hecho una excelente presentación y un excelente trabajo. Me impresionó especialmente la alocución de Samaranch padre, tersa, emotiva, directa, profunda, discreta, al corazón y a la inteligencia. ¡Qué político nos hemos perdido! Don Juan Carlos, como siempre, dando humanidad a la Corona y a España, y el presidente Zapatero, como nunca: al grano, sincero, contundente, con el discurso que quisiéramos oírle aquí. Lo dicho: que nadie se sienta frustrado. Si no se ha conseguido esta vez, será la próxima. Lo importante es que se ha hecho un buen trabajo.
Algo que no han hecho los norteamericanos. Si la elección de Río significa el espaldarazo de Brasil como gran potencia del siglo XXI -una gran noticia para todos, por lo mal que andan las cosas en Iberoamérica, más necesitada que nunca de un liderazgo serio y responsable que compense los caudillismos demagógicos que están allí surgiendo-, la caída de Chicago ya en la primera votación indica el mal momento que pasan los Estados Unidos, desangrados por dos guerras que no pueden ganar, pero tampoco perder, y por mil problemas internos, que hicieron a bastantes norteamericanos estar contra la traída de esos Juegos. ¿Cómo iba el Comité Olímpico a llevarlos a un lugar donde no tuvieran el respaldo unánime de la población? Para Obama, ha sido un fracaso personal, pues había invertido su prestigio en la apuesta, y la ha perdido, algo que seguro van a aprovechar sus enemigos. Cómo afectará a su presidencia es demasiado pronto para decirlo, pero, desde luego, no favorablemente. Hoy salgo hacia allá para una larga temporada. En las siguientes «postales» les tendré al corriente, sin perder de vista lo que ocurre en casa, que también se las trae.
José María Carrascal
www.abc.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário