Pues a mí, qué quieren que les diga, me gustó la peineta de Aznar. Resulta curiosa la manía que le tienen a este hombre los paniaguados del presumible progresismo. Le llamaban «asesino» unos mamarrachos y respondió con una higa monumental. Libertad de expresión y de opinión. Ámbito universitario. Javier Solana ha comprendido y defendido la libertad de expresión de Aznar. Años atrás, un grupo de proterroristas de Batasuna recibieron al Rey con el mismo cariño que a Aznar el grupillo de revolucionarios bables. Y el Rey les dedicó una higa abutifarrada y a casi todos nos cayó muy bien. Pero hay chicos de la izquierda, tan abiertos y libres, que por un gesto callado en respuesta a un gravísimo insulto se escandalizan como monjas. Pudo haberse ahorrado el gesto, pero no lo hizo. También podían haberse ahorrado la pancarta los gamberros, y acompañaron su mensaje con gritos y berridos. Es la Universidad, muchachos. María Teresa Fernández de la Vega también se ha mostrado indignada. Prefiere que a un ex presidente del Gobierno de España le llamen «asesino» a que un ex presidente del Gobierno de España protagonice una peineta vertical, que también las hay diagonales y paralelas. Los bálticos dominan la higa paralela, que es más agresiva que la vertical, por cuanto el dedo corazón amaga un movimiento de flecha hacia el objetivo que no resulta agradable. Una higa vertical sólo conmueve al techo o a las nubes, y tampoco es para tanto. A estos escandalizados de «look» de falsa izquierda, que tanto gustan de la transgresión y el macarrismo urbano, se les agitan las correntías cuando alguien que carece de su permiso y benevolencia hace un gesto tan culto como macarra, según se mire. Entonces tachan al protagonista de la peineta de «pijo», porque para ellos no existe otro argumento ni otra descalificación cuando les fallan las ideas. Pijo o facha. Se consideran dueños y custodios de las extralimitaciones. La señora De la Vega, exiliada en su despacho por Zapatero, ha dicho que la higa de Aznar a los que le llamaban «asesino» «daña la imagen de España». Aquí, doña María Teresa, los únicos que dañan, destrozan, hacen añicos y pulverizan la imagen de España son el presidente del Gobierno y los miembros del mismo, usted incluida, a pesar de su destierro en los ámbitos influyentes. Eso sí que es macarra. El Gobierno. Y además, pijísimo, con más horas dedicadas a las «boutiques» que a los Consejos de Ministros. Y el daño que están haciendo a la imagen de España, y a España sin imagen, es demoledor.
Responder con una higa a un insulto tan grave como necio es muestra inequívoca de amable tolerancia, y más aún en un espacio universitario, donde la libertad de expresión es sagrada. Es gesto interpretativo, y si va acompañado por una sonrisa, abierto a cualquier probabilidad. Es cierto que puede ser analizado como un resorte de público desprecio, pero poco aprecio merecen los que se dedican a insultar, y menos aún los que critican al insultado y no a los insultadores. Una higa bien resuelta, una peineta estéticamente culminada, puede llegar a ser una obra de arte. Los italianos, como en casi todo, son auténticos artistas en la belleza de su procedimiento. ¿Tiene voz y palabra una higa? La tiene, y no supera el «¡Anda ya!», o a lo sumo, «¡tu padre!». Pero estos chicos de la izquierda con caspa de marca son muy mirados e intolerantes en ocasiones. Bien por la higa.
Alfonso Ussía
www.larazon.es
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