domingo, 21 de fevereiro de 2010

UMD (Unión Militar Democrática)

Me entero con verdadera estupefacción de que el Gobierno de ZP ha decidido otorgar una condecoración militar a los antiguos componentes de la UMD (Unión Militar Democrática). Mi estupor arranca, sobre todo, del hecho de que aquellos militares – engrandecidos a través de recursos como la serie Cuéntame – tenían fundamentalmente una visión golpista de su papel. Su Manifiesto no podía ser más obvio al afirmar: «Parecería deseable y necesario… controlar las unidades más operativas del aparato militar» y añadir: «Con el corazón en la mano, queridos compañeros, nosotros decimos que en conciencia tenemos el difícil, peligroso y quizá incluso suicida, pero insoslayable deber de intervenir, como tantas veces hicieron nuestros mayores en el siglo XIX, como han hecho nuestros compañeros en Portugal, en Grecia, en Abisinia». En otras palabras, los «úmedos», como eran conocidos, creían en la posibilidad de dar un golpe militar siguiendo la línea de cuartelazos que tan trágicamente ha marcado la Historia de España. Por desgracia para ellos, carecían del talento de Prim, Espartero o Narváez y España no era la Portugal de la revolución de los claveles. Si los «úmedos» no acabaron como Riego fue porque Franco no era Fernando VII.

Juzgados y condenados, tuvieron la fortuna de que el régimen desapareciera y la amnistía – esa que Garzón sólo recuerda cuando se trata de Carrillo y Paracuellos– incluso les permitió regresar a las Fuerzas Armadas. Me cuentan que algunos decidieron no hacerlo –lo que tiene su lógica– y que e incluso acabaron en puestos docentes –lo que ha sido una desgracia académica– pero ésa es otra historia. Tras leer esto, a más de uno le resultara cuando menos chocante que ahora el Gobierno de ZP haya decidido premiarlos no con una condecoración cualquiera relacionada con méritos políticos reales o supuestos sino precisamente con una de carácter militar. Desde luego que cualquier gobierno premie a unos oficiales que soñaban con dar un golpe resulta como mínimo peculiar. Sin embargo, encaja con los principios que ZP profesa. Para el presidente del Gobierno, que sigue seguramente sin saberlo la ortodoxia leninista de la misma manera que Monsieur Jourdain hablaba en prosa ignorándolo, los hechos no son buenos o malos en sí. Lo son según quién lo haga y los fines que persiga.

De acuerdo con esa visión, el asesinato, el robo o la mentira pueden ser malos o altamente recomendables. Por eso ZP nunca podrá apoyar a las víctimas de un terrorismo etarra anteriores a la muerte de Franco, por eso siempre sentirá simpatía hacia las dictaduras de izquierdas y por eso premia a unos militares teóricos de la sedición, eso sí, contra Franco. También por eso mismo ZP nunca podrá adoptar las medidas necesarias para salir de la crisis ni tendrá el arrojo suficiente para ser leal con una derecha a la que aborrece y cuya desaparición considera más que justificada. Naturalmente, si hoy un grupo de militares decidiera alzarse contra ZP porque se ha sentado a negociar con los terroristas, porque ha contribuido a desestabilizar institucionalmente el sistema constitucional o porque ha arruinado por años a la nación, el presidente del gobierno lo vería mal. Al comportarse así, ZP no sería contradictorio sino fiel a sus más acariciados principios y es que el golpismo y el terror –como también supo verlo Lenin– sólo son legítimos si permiten avanzar en la senda del socialismo.

César Vidal

www.larazon.es

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