segunda-feira, 1 de fevereiro de 2010

El instinto de la fe de ZP

Asegura Nicholas Wade en su libro «El instinto de la fe» que el ser humano es visceralmente religioso. Que la fe está en nuestros genes, entre otros motivos porque las sociedades religiosas fueron las más aptas para adaptarse al darwiniano proceso de evolución. La aseveración parece polémica, pero se confirma por la actitud de nuestro presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, devoto militante del laicismo, en el que mantiene una fe sin fisuras.

El instinto de la fe fue arrollador en el marxismo, que se constituyó en sucedáneo de iglesia en el partido comunista. Como dijo Chesterton, cuando los hombres dejan de creer en Dios, están dispuestos a creer en cualquier cosa. Robespierre enviaba a los impuros a la guillotina con una infinita fe en la ideología. En los últimos doscientos años, nuestro instinto religioso se ha embarcado en las más insensatas majaderías con tal de buscar nuevos sucedáneos a la religión verdadera. La última versión de esta fe alternativa es ese laicismo que considera sin el menor resquicio de duda que la religión es una superchería del pasado.

Pero la realidad se le ha impuesto a nuestro presidente en forma de inusitada invitación al Desayuno de Oración. No se puede ser hoy un estadista abierto al mundo y, a la vez, un analfabeto religioso. La religión forma parte de la vida cotidiana de la mayor parte de las sociedades. Un ignaro en materia religiosa jamás podrá entender la mentalidad y cultura de Estados Unidos, de los países musulmanes, de India o Rusia. Incluso poco podría entender de la propia Europa, por más furor que aquí haga la última moda del integrismo laicista.

La sorprendente invitación se presenta así no sólo como una deferencia, sino como una gran oportunidad para asumir que un estadista difícilmente podrá relacionarse con el ancho mundo desde la ignorancia, el desdén o la mente en blanco ante el hecho religioso.

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