Que España sigue siendo un país de segunda categoría para Estados Unidos lo demuestra el embajador que Obama ha elegido para representar a su país en el nuestro: Alan D. Solomont, un magnate financiero de Boston, auténtico genio recaudando fondos electorales, que consiguió 800.000 dólares para la campaña del actual presidente norteamericano. Es como suelen pagarse estos favores: una embajada cómoda en un país agradable. Los diplomáticos tienen una palabra para estos puestos: embajada «balneario». Prestigio, descanso, facilidades y el título de embajador para toda la vida. En las capitales de las grandes potencias amigas -Londres, París, Berlín-, se necesitan pesos pesados de la política o la diplomacia, ya que los asuntos a tratar, por mucha amistad que haya, requieren tanto tacto como experiencia política. Pero las de segundo rango vienen de perlas para este tipo de embajadores, que unas veces salen bien y otras no tanto, pues los elegidos no suelen tener idea del país al que van destinados e incluso alguno ha tenido problemas en localizarlo en el mapa durante la comparecencia que está obligado a hacer ante el Senado, para que le dé su visto bueno. Excusado decir que la inmensa mayoría no habla la lengua del mismo. Pero si en los viejos balnearios, con saber francés bastaba, en las embajadas actuales, con saber inglés es suficiente, aunque a veces no se sepa mucho más, como ocurre a los «embajadores» de la Generalitat catalana. Pero ésa es otra historia. ¿O es, en el fondo, la misma?
Pudo, sin embargo, ser peor. Que nos enviasen un experto del Departamento de Estado en situaciones conflictivas, por ejemplo, lo que significaría que la Administración Obama pronosticaba tiempos difíciles para España. O a un jefazo de la CIA, señal de que éramos sospechosos de narcotráfico, terrorismo o algo peor. Pero no, todo apunta que para el Washington de Obama España no es Afganistán, ni Irak, ni Irán, ni Rusia, ni Venezuela ni ninguno de los quebraderos de cabeza -algunos, al pie de la letra- que tiene mundo adelante. Más bien nos ve como un lugar placentero y tranquilo, donde nunca pasa nada. Esperemos que no se equivoque porque en España nunca pasa nada, hasta que pasa todo de repente.
E incluso el hecho de que Mr. Alan D, Solomont, aparte de ser un mago en recaudar fondos, sea también un filántropo, fundador de una empresa asistencial de la tercera edad, el ADS Group, y actualmente consejero delegado de Solomont Bailis Ventures, dedicada a la atención de los jubilados norteamericanos con pocos medios, puede venirnos muy bien, ya que las perspectivas de nuestros jubilados no son precisamente brillantes, tras los palos que el gobierno Zapatero viene dando a las arcas públicas, donde, a este paso, pronto empezará a haber telarañas.
J. M. Carrascal
www.abc.es
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