La serie sobre Harry Potter está ya completa: el séptimo título se publicó en 2007. Hay un tomo por cada año escolar de la secundaria británica. Los libros han sido convertidos en películas: la penúltima, Harry Potter y el misterio del príncipe, acaba de estrenarse. ¿Qué es lo que hace que los niños y adolescentes de tantos países se beban unas tramas complicadas, plagadas de nombres extraños? Además, los últimos volúmenes son muy gruesos: rondan las 600 páginas. |
Lo más atractivo es la narración de la amistad entre los tres protagonistas: Harry, Hermione y Ron. Los tres se encuentran por primera vez a la edad de once años, cuando entran en un internado para niños con el don de hacer magia: Hogwarts, que parece situado más o menos en Escocia. Harry es un joven de corazón puro, elegido para librar batallas que no entiende en un principio. Hermione es empollona, feminista y activista de diferentes causas solidarias. Ron es espontáneo y leal a sus amigos, y presto en actuar. La amistad que les une se verá afectada por el interés creciente por el sexo opuesto de cada cual, algo que J. K. Rowling relata con delicadeza.
Ocupa bastante espacio la descripción del ambiente y la vida diaria en el colegio. Hogwarts no es muy diferente de otros internados británicos. Los alumnos están divididos en casas que compiten entre sí, y su vida sigue un ritmo marcado por las comidas comunitarias en el gran comedor, las clases, las pruebas, las fiestas y los acontecimientos deportivos. Aquí, el deporte por excelencia, inventado por Rowling, es el quidditch, que se practica sobre escobas voladoras y observando una serie de reglas precisas. En Hogwarts, la competición es importante, tanto en el ámbito del deporte como en el del estudio. Como es lógico en un internado, los adultos que aparecen en la narración son casi todos profesores.
Si muchos aspectos de los libros de Harry Potter son usuales en la tradición británica, hay también unos cuantos que dan una impresión netamente moderna, como la presencia de alumnos de diferente origen étnico. Además, la autora se esmera en romper con estereotipos de sexo, edad y posición social. Así, hay profesores que son de confianza y otros que no, chicas muy inteligentes y otras que lo son menos, chicos valientes y chicos cobardes. Se advierte contra el dejarse guiar por la fachada que pueda presentar un personaje, y se dice que todos pueden cambiar y que merecen una segunda oportunidad.
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La historia va cambiando conforme ganan años los protagonistas, pero también, según parece, en función del éxito de la saga. Los primeros libros, más breves, son humorísticos, y el humor está asociado sobre todo al mundo mágico y a los muchos nombres inventados. Antes de empezar cada año lectivo, los alumnos deben comprar libros que tienen títulos como "Costumbres y hábitos sociales de los muggels británicos" y van firmados por autores de nombres tan estrafalarios como las alternativas que se propone a los alumnos en las sesiones de orientación profesional. Son divertidas las denominaciones de las diferentes secciones burocráticas del Ministerio de Magia. También hace reír un hospital con un servicio que trata "las lesiones de los actos fracasados de magia". El humor se hace nota igualmente en la descripción de diferentes escobas de lujo, que nos recuerdan el lenguaje de los folletos publicitarios de las compañías automovilísticas.
En los últimos libros el humor desempeña un papel menos preponderante, y se podría hablar más bien de historias detectivescas en un ambiente escolar. El último tomo es directamente un libro de guerra, con un fuerte componente político. Este último texto nos puede recordar un juego de consola o una película de acción, porque hay personajes centradas en la localización y eliminación del adversario.
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Muchos comentaristas han subrayado que Rowling se ha inspirado en cuentos tradicionales como Cenicienta y en las leyendas medievales. En sus páginas hay espadas y anillos, edificaciones con aires de castillo con pasillos, rinconcitos oscuros y habitaciones secretas. La estructura social es jerárquica, tanto dentro como fuera del colegio. Rowling ha aprovechado también una larga tradición británica de libros para niños y jóvenes, así como el género más actual de la fantasy. No hay comentarista que no mencione a Lewis Carroll y Alicia en el país de las maravillas, a C. S. Lewis y su mundo de Narnia y a J. R. R. Tolkien y El señor de los anillos. Los últimos libros de la saga Harry Potter son tan gruesos como los de Tolkien, pero ofrecen menos desde el punto de vista existencial.
Se ha discutido si los libros sobre Harry Potter pueden inducir a los jóvenes a creer en la magia. Probablemente no. El humor indica al lector que no se trata de narraciones realistas. Además, ya que toda la acción está basada en la magia, puede suceder cualquier cosa. No se crea otra lógica mágica, sino que las cosas suceden al azar, lo cual crea una impresión de fragmentación. Por otra parte, el lector sabe que los protagonistas van a salir ilesos de las aventuras. Se trata claramente de relatos fantásticos. En cuanto a la lógica, los libros de Harry Potter no difieren mucho de las novelas del realismo mágico latinoamericano o de ciertas películas de acción norteamericanas.
J. K. Rowling no es una gran pensadora, y su visión del mundo es incoherente. En los últimos libros hay una crítica de la sociedad que toma la forma de un mundo ficticio en el que el gobierno, los tribunales, la prensa y los colegios están en manos de un grupo que podría considerarse nazi. Harry y sus amigos constituyen un movimiento de resistencia llamado la Orden de Fénix. En la Orden se habla mucho de igualdad, de la que Hermione es la campeona. Pero, al mismo tiempo, el mundo está dividido entre quienes son capaces de hacer magia y quienes no lo son. Los magos pertenecen a una aristocracia no cuestionada. Lo muggels, en cambio, cuentan relativamente poco para la narración. La mención de alumnos de diferente origen étnico se combina con el hecho de que todos tienen el don de la prestidigitación.
Un valor no cuestionado en el mundo de J. K. Rowling es la protección de los niños. El adversario más importante de Harry, Voldemort, no ha recibido de sus padres el cuidado y el amor que necesita un niño, y esto se presenta como la explicación de su maldad. Al huérfano Harry, en cambio, lo protegen varios adultos. En el epílogo del séptimo libro se nos presenta un idilio familiar en el que los antiguos alumnos de Hogwarts, entre ellos Harry y sus amigos, se despiden se sus hijos, que van a ingresar en el internado. Harry y compañía han dado a sus hijos los nombres de sus padres y protectores.
Esta mezcla de elementos ha convertido a J. K. Rowling en multimillonaria y en el fenómeno mundial más comentado de la última década en el territorio de la literatura juvenil. Resumiendo mucho, se puede decir que la visión del mundo que transmite sus libros proclama que el fascismo es el mal y la familia el bien, y que, como dicen los Beatles, all you need is love; una visión del mundo lo suficientemente simplista para que la puedan entender los preadolescentes y los adolescentes.
Sin embargo, si el éxito de estos títulos es tan inesperado y enorme, y si hay chicos de quince y dieciséis años que se resisten a leer pero que devoran los libros sobre Harry Potter, debe de haber más explicaciones. Quizá se podría hablar de psicología y de una protesta contra la educación que reciben muchos jóvenes en casa y en la escuela. En estas páginas hay mucha acción y grandes peligros, pero también adultos que ayudan. Estamos lejos de la escuela moderna, en la que los alumnos, supuestamente, deben desarrollarse a sí mismos según sus intereses y a su propio ritmo, y lejos también de los padres modernos, que intentan ser los mejores amigos de sus hijos. ¿Quizá los chicos disfruten de la exigencia y el reto? ¿Quizá, y a despecho de la imagen de duros que pretenden transmitir, necesiten, como Harry, sentirse protegidos por sus padres?
Inger Enkvist
http://libros.libertaddigital.com
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