ETA es un monstruo macabro y viejo de 50 años que prosigue alimentándose del odio y el asesinato. No le importa ni su llamada «Euskal Herria» ni los vascos. Tan sólo su particular conjura: asesinar a todo aquel que no ose pensar como ellos.
Han pasado 50 años y el pretexto de la «liberación» ya no cala. Por eso han perdido numerosos apoyos; aún así sigue habiendo todavía demasiados individuos que los secundan desde las esferas políticas, mediáticas, económicas, culturales y sociales. Personas que legitiman el uso de la violencia y que dormirán tranquilamente estas noches pese a los atentados de esta semana.
ETA quería dar un golpe de efecto en su 50 aniversario e intentó ocasionar una auténtica masacre en Burgos. De esas que provocan escalofríos con sólo imaginarlas. Afortunadamente, el resultado no fue el que esperaban. Pero todos los heridos y los que sobrevivieron saben que sus vidas ya no serán iguales. Vivirán con el recuerdo de una noche horrenda y muchos acarrearán secuelas de por vida.
En la vileza y en la crueldad de la mente de los terroristas, el atentado de Burgos fue un fracaso y por ello tenían que intentarlo de nuevo. En Palmanova, en la localidad mallorquina de Calviá, acabaron asesinando el jueves a dos jóvenes guardias civiles. Y con ellos, terminaron con las ilusiones y los sueños de sus respectivas familias, y los de sus compañeros.
A cada golpe despiadado de ETA, como los de esta semana o el reciente asesinato de Eduardo Puelles, el Estado de Derecho debe responder contundentemente con todas sus armas demócratas. ETA tiene que sentir que jamás ningún gobierno español se sentará a negociar con ellos.
Cincuenta años después ETA tiene en su haber casi 900 muertos y 18.000 víctimas. Y sólo un destino: desaparecer. Para ello todos los demócratas debemos concienciarnos de que esto sólo será posible sin negociaciones y mediante la aplicación de todos los mecanismos del Estado de Derecho.
Juan A. García Casquero
Presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT)
www.larazon.es
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