sexta-feira, 31 de julho de 2009

Enloquecidos

Sabíamos que los de ETA eran unos asesinos. También sabíamos que eran unos salvajes. Ahora sabemos que, además de ser unos asesinos salvajes, están enloquecidos, y eso no les hace más fuertes pero sí más peligrosos. Sólo una discrepancia, aunque importante, con esa reflexión de Rubalcaba sobre el atentado de Burgos, cuya vigencia subraya trágicamente el asesinato ayer de dos guardias civiles en Mallorca. Es sobre el tiempo verbal de la última frase. Que habían enloquecido también lo «sabíamos» desde hace tiempo. Al menos desde el deleznable asesinato de Miguel Ángel Blanco y la posterior ruptura de la famosa tregua-trampa, y desde luego antes de que se iniciase el último ensayo de negociación, condenado desde el principio al fracaso a pesar de las presuntas buenas intenciones de sus promotores. O precisamente por ellas.

En realidad, el enajenamiento mental de ETA se produce inmediatamente después de la restauración de la democracia en España. Nadie que no estuviera perturbado habría despreciado hasta dos amnistías para embarcarse en una enloquecida aventura de «liberación nacional» -ese era el lenguaje heredado de las luchas anticoloniales de los sesenta- para obtener por la fuerza de las armas un imposible estado socialista independiente en el corazón de la Europa de la OTAN y la Unión Europea.

La cuestión estriba, y Rubalcaba debería haberlo añadido, en que no nos vuelvan locos a nosotros, que es uno de sus objetivos. Y nos harían perder la cabeza si incurrimos en una de las dos siguientes tentaciones: la de abandonar la senda de los medios del Estado constitucional para tomar atajos como los del GAL, lo que por fortuna no parece estar en la cabeza de nadie; o la de ceder a los cantos de sirena de una nueva negociación, que esa sí está en la mente de unos cuantos ingenuos y de muchos fariseos que hoy se dan de golpes en el pecho.

Eduardo San Martín
www.abc.es

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