segunda-feira, 6 de julho de 2009

Campeones en Honduras

Las democracias europeas entraron en guerra contra Alemania cuando Adolf Hitler invadió Polonia. Y ganaron la guerra, pero terminaron perdiendo Polonia. Hoy, por una irrefrenable asociación de ideas, cuando oigo hablar de Honduras me acuerdo de Polonia.

Habría sido un grave error dejar que Hugo Chávez apareciese como el campeón de las instituciones y la democracia en ese país centroamericano. Habría sido de lo más imprudente legitimar un golpe de estado mirando hacia otra parte. Y una falta de vergüenza hacer exhibición de insensibilidad hacia la memoria histórica de golpes y asonadas militares que han castigado a aquella región.

Pero las instituciones democráticas no sólo se socavan con pronunciamientos y esperpénticas aventuras militares. Cuando los soviéticos se apoderaron de Polonia y demás naciones que apresaron en el Pacto de Varsovia, no derribaron Parlamentos a cañonazos. Se limitaron a proclamar que la democracia de los «países hermanos» sería una «democracia popular», y aplicaron la técnica del salami para acabar con las viejas instituciones burguesas: rodaja a rodaja las vaciaron de contenido, y a golpe de reformas constitucionales las fueron sustituyendo por una farsa totalitaria.

Es fácil sacar pecho en un sainete como el de Honduras, por cuya causa nuestros prohombres se dan codazos para aparecer como campeones de la democracia. Pero los mismos campeadores que se crecen en la chiquita Honduras se la envainan cuando el presidente venezolano, Hugo Chávez, y su dinámico conjunto del poncho desmantelan instituciones, aplanan oposiciones y sustituyen democracias por atávicos cacicazgos rodaja a rodaja hasta hacer desaparecer el salami.

Si vamos a defender la democracia en Iberoamérica, no basta con atreverse sólo con los peces chicos. Si vamos a presumir de valientes, habrá que vérselas también con los dentudos tiburones del poncho.

Alberto Sotillo
www.abc.es

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