sábado, 10 de outubro de 2009

El Nobel

El Nobel de la Paz lo concede Noruega. Es un premio extravagante. Por la relación de los premiados se podría insinuar que los noruegos viven a su aire y no se enteran de nada. Pero no puede ser cierto, por cuanto Noruega es una de las naciones más desarrolladas del mundo. Otra sensibilidad, quizá, para analizar los méritos, deméritos y circunstancias de las personas. No es discutible que la proximidad ártica, con esos vientos y esos fríos, conmueve a los cerebros. Entre un pingüino y un pavo real no se pueden dar las coincidencias ni las confidencias. Para mí, y con todos los respetos, que el Nobel de la Paz lo conceden pingüinos con una copa de más.

Se lo han llevado desde terroristas como Yaser Arafat a comisionistas de secuestros y enlaces con la ETA como el mamarraché Esquivel. Creo que Rigoberta Menchú lo recibió también falsificando su biografía. Se supo años más tarde, pero los pingüinos eran otros y se pasó por alto la gamberrada. El agraciado de este año ha sido Obama. Me cae muy bien Obama y creo en sus buenas intenciones. Pero las intenciones no son susceptibles de ser premiadas, sino las consecuciones, y hasta la fecha Obama no ha tenido tiempo de conseguir nada, ni cambiar nada, ni mejorar nada, ni empeorar nada. Una pingüinada de órdago.

«Creo que no me lo merezco», ha manifestado Obama al conocer el capricho. Le sobra el primer verbo y conjunción. El «creo que» está de más. Tendría que haber dicho «no me lo merezco», porque efectivamente no se lo merece. En Washington son muy suyos, y no se siguen con especial interés los acontecimientos que se producen en Oslo. Los estadounidenses, en su mayoría, creen que el mundo comienza en Alaska y termina en Tejas. A Obama le habrán conseguido sus asesores la relación de los premiados con anterioridad, y mucho me temo que se ha levantado de su sillón presidencial electrizado por un susto.

Para mí, que si los pingüinos del jurado de este año le conceden el Nobel de la Paz a Carla Bruni se habrían acercado más y mejor a la justicia. Carla Bruni nos ha traído la paz y el sosiego a todos los que hemos tenido interés en sentirnos influidos por su belleza y su sonrisa. Carla Bruni, en sus tiempos juveniles, cantaba una tonada en la que decía, entre otras cosas, «lo más importante del mundo es la felicidad». Con ese bagaje, le sobran méritos para obtener el Nobel de la Paz, porque sus logros pertenecen al pasado y no a la esperanza del futuro.

Los pingüinos son aves de poca lectura. Se dejan llevar por los entusiasmos del momento. Llegan los arenques y se lanzan a las gélidas aguas del preártico en pos de los cardúmenes sin reparar en una realidad tristemente incontestable. Con los arenques, han llegado también las orcas y las focas, especies que coinciden en un objetivo común. Comerse a los pingüinos. Cuando se aperciben de ello, centenares de pingüinos han sido devorados y el resto retorna a las playas y rocallas de la costa con los dídimos de corbata. Son tardíos en reaccionar. Como los pingüinos que han concedido el Nobel de la Paz a Barack Obama. Se darán cuenta de la tontería que han protagonizado cuando todo el mundo se ría de su patinazo. Y ya ha comenzado a reírse. Como en ocasiones anteriores. Es lo malo que tiene ser y comportarse como un pingüino.

Alfonso Ussía
www.larazon.es

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