Cuando se quiere ver arquitectura árabe antigua hay que venir a España. En el norte de África, cada cambio de dinastía traía aparejada la destrucción de los monumentos de la dinastía anterior. Se partía de un eterno punto cero que anulaba la historia y negaba la continuidad. Y hay quien se sigue asombrando de que la cultura musulmana se quedara un tiempo al margen del progreso…
En España no era así. Los reyes católicos y la cultura española llevaban el sentido de la continuidad en la sangre y preservaron palacios (Sevilla), castillos (Granada) y ¡mezquitas! (Córdoba, Toledo, la Giralda). Nuestros antecesores supieron preservar incluso algunos jardines, algo que parece imposible. Se ve que hemos roto con esta tradición. Volvemos a nuestras raíces morunas, mejoradas con las revoluciones francesa y soviética. En la Segunda República se destrozaron algunos recuerdos de la Corona, aunque no demasiados: a los salvajes, siempre bien dirigidos, les excitaban más las iglesias. Ahora los mismos fanáticos van contra los símbolos del régimen anterior, desaparecido hace más de treinta años.
En el caso del Valle de los Caídos, hay buenas razones para que los familiares, y en general la sociedad española, conozcan y honren los nombres de todos los que están enterrados allí. Si este trabajo se hiciera bien, sin demasiado rencor (esto también parece imposible, pero no lo es) y respetando el diseño del monumento, este cobraría una dimensión y una belleza renovadas. En el caso del Alcázar de Toledo, la instalación del Museo del Ejército, que podría ser de los grandes museos militares del mundo, resulta compatible con las salas en recuerdo del asedio. Pero de lo que se trata no es de preservar la historia, sino de borrarla y volverla a escribir. Lo que le apetecería a Rodríguez Zapatero, que es quien está detrás de todo esto, es hacer desaparecer la Cruz de los Caídos. Se ve demasiado. Apresúrese a ir a visitarla y rezar una oración por ellos.
José María Marco
www.larazon.es
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