El último burladero en que se ha refugiado el equipo gubernamental frente a la crisis es el patriotismo. O para ser exactos: el antipatriotismo el PP. Oigan a Pajín, a Alonso, a Blanco, a Salgado, a Zapatero acusando a Rajoy de «no arrimar el hombro», de «no tirar del carro», de «poner palos en las ruedas», y me dirán si no tengo razón.
¡Quién nos lo iba a decir! Los que habían conseguido que el patriotismo sonara rancio, los que incluían la quema de la bandera en la libertad de expresión, los que prometían a los nacionalistas darles lo que quisieran, los que preguntados por la nación española respondían que el concepto nación era discutido y discutible, convertidos en unos patriotazas de tomo y lomo, envueltos en la bandera hasta para irse a dormir.
No lo critico, no. Una nación es un conjunto de voluntades, cuanto más unidas, mejor. Lo que pasa es que no me lo creo. Hay un patriotismo pasivo, que se contenta con considerar el lugar donde nacimos el mejor del mundo, por lo que no necesita ningún cambio. Y hay un patriotismo activo que, partiendo de ese amor, reconoce los defectos de esa tierra y trata de corregirlos. El patriotismo de los españolistas de nuevo cuño no es de una clase ni de la otra. Nos dicen que España va bien y que continuará yendo bien si siguen gobernándola, aunque convendría que les apoyásemos, para espantar a los especuladores que conspiran contra ella. O sea que hay que ayudarles, para ayudar a España. Cuando la realidad es que las cosas no van nada bien debido a su gestión, y que si siguen gestionándolas como hasta ahora, no saldremos nunca del foso en que nos encontramos. Lo patriótico, hoy, en España, no es apoyar a un gobierno cuyas medidas nos han llevado al borde del precipicio, sino al revés, denunciarlo. Habiendo fundadas razones para sospechar que el súbito patriotismo del equipo Zapatero es tan falso como su programa de gobierno. Si lo quieren en plata: que es un burladero -de burla-, para ocultar sus errores, acusar de antipatriotas a quienes desconfían de ellos y continuar engañando a los ingenuos que aún les creen. Mayor cinismo y antipatriotismo, imposible.
El patriotismo se mide por las compañías. Las de Zapatero son los nacionalistas periféricos y, entre ellos, los más radicales, los más antiespañoles, los independentistas sin careta. ¡Menuda recomendación! En el apuro que se encuentra, sin embargo, busca la alianza con los moderados, si es que hay un nacionalismo moderado. Que se anden con ojo, que ya les engañó un par de veces. Algo se huelen, cuando Erkoreka advierte: «Si nos quiere como palanganeros, que no cuente con nosotros». Aunque quien tiene que andarse con ojo es Rajoy. En eso de engañar, Zapatero le ha ganado siempre. ¿A ver si resulta que le gana a patriota? Cosas veredes, en esta corte de los milagros.
José María Carrascal
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