terça-feira, 27 de outubro de 2009

Una trayectoria ejemplar

La muerte de Sabino Fernández Campo ha causado una lógica conmoción en la sociedad española, que despide con tristeza y con respeto a uno de los protagonistas de nuestra historia reciente. En efecto, este ilustre asturiano deja una huella profunda de lealtad a la Corona y de trabajo incansable al servicio de los valores que han hecho posible el arraigo de una Monarquía de todos y para todos como centro y eje de la Transición democrática. No es lícito buscar matices o dobles sentidos en determinadas opiniones expresadas en los últimos tiempos, porque lo que cuenta a la hora del balance es la trayectoria ejemplar a lo largo de toda una vida. A sus 91 años, el conde de Latores gozaba del aprecio y el reconocimiento unánime de todos aquellos que han dejado lo mejor de sí mismos en un proyecto de dimensión histórica para situar a España en el lugar que le corresponde en Europa y en el mundo. Durante la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias, celebrada el pasado viernes en el teatro Campoamor de Oviedo, Don Felipe se refirió expresamente en su discurso a la figura de este colaborador excepcional, cuya mención mereció el aplauso unánime de los asistentes al acto. Cabe recordar al respecto que Fernández Campo tuvo un papel determinante en la creación de estos premios, que alcanzarán el próximo año su trigésima edición y que ofrecen una imagen brillante de la España contemporánea. Siempre unido a su ciudad natal, Oviedo es también el lugar en el que reposen los restos mortales de esta personalidad excepcional.

La presencia en el tanatorio de Tres Cantos de los Reyes, así como de los Príncipes de Asturias y de las Infantas Doña Elena y Doña Cristina, es fiel reflejo de la alta consideración de la Familia Real hacia quien ejerció durante muchos años una responsabilidad del máximo nivel al servicio de la Corona. Con alguna excepción irrelevante, múltiples personalidades, políticos en activo y otros ya retirados, al igual que los principales partidos políticos, han estado a la altura de las circunstancias, reconociendo en el conde de Latores a un gran servidor del Estado y a la persona que actuó siempre movida por un profundo sentido del patriotismo. En todo momento, en particular durante las horas dramáticas del 23-F, Fernández Campo hizo honor a su condición de militar y demócrata.

Durante su larga y fecunda etapa en la Casa de Su Majestad el Rey, Sabino Fernández Campo demostró a Don Juan Carlos una lealtad sin fisuras, y trabajó infatigablemente para consolidar la Monarquía parlamentaria establecida por la Constitución como forma política del Estado. Se trata de un puesto que exige la máxima discreción y eficacia y que desarrolló con un sentido de Estado que merece todos los elogios. Su elección como miembro -y luego, presidente- de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas vino a subrayar la dimensión teórica con la que supo reflexionar sobre la vida social. Al margen de cuestiones puntuales o de opiniones personales expresadas años después de concluir su etapa en La Zarzuela, Fernández Campo pasará a la reciente historia de España en el lugar que corresponde a los hombres de bien que ponen sus mejores cualidades al servicio de la nación y de las instituciones del Estado.

Editorial ABC
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