Pocas veces se ha visto tan claramente cómo el mecanismo de las organizaciones terroristas traspasa fronteras y cómo respuestas como la elaboración de listas internacionales donde se denuncian sus crímenes representan uno de los caminos más eficaces para su derrota. Lo que se va descubriendo a partir del célebre ordenador personal de Raúl Reyes, cabecilla de la guerrilla colombiana de las FARC, desvela extremos que ya se intuían y que involucran en su promoción internacional a gobiernos, como el del venezolano Hugo Chávez, que ignoran su obligación de defender la legislación internacional. Los planes desestabilizadores de Chávez abarcan a todo el continente iberoamericano, pero ahora sabemos, además, que cuando proponía reconocer a las FARC como «fuerza beligerante» no estaba hablando de forma gratuita, sino que certificaba su alianza con una banda de facinerosos que se dedica a secuestrar a personas inocentes y mantenerlas durante años en un cautiverio inhumano, cuando no al tráfico de drogas. En el drama de Colombia se juega la estabilidad de toda Iberoamérica, Chávez tiene el dinero procedente del petróleo y el instrumento de las FARC como fuerza de choque. Es de esperar que en la cumbre Unión Europea-América Latina, que se celebra esta semana en Perú, los dirigentes europeos sean capaces de enviar el mensaje adecuado a los que coquetean con los terroristas.
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