Sólo el octogenario Simón Peres, podía hacerlo. La «Conferencia del presidente» se llama este evento estelar en la semana de celebraciones del sexagésimo aniversario del Estado de Israel que tiene mucho también de gran gesta del presidente israelí en honor de su patria. Y de sí mismo, lo que sin duda irrita a muchos israelíes.
Pero, ciertatamente, sólo Peres podía convocar un acto de solidaridad internacional con Israel de las dimensiones del que ayer se puso en marcha en la capital israelí. A la espera del presidente norteamericano, George W. Bush, que llegará hoy a Jerusalén, doce jefes de Estado bajo la batuta del propio Peres y del ex primer ministro Tony Blair y políticos de todo el mundo, incluido el ministro de Asuntos Exteriores de España, Miguel Angel Moratinos, inauguraron ayer unas jornadas de debate sobre los grandes retos de la humanidad y las grandes amenazas que sobre la misma se ciernen, desde la educación al cambio climático, el terrorismo y la crisis alimentaria.
Peres -cuantos más años, mejor aspecto- lanzó con su legendaria maestría el mensaje capital de esta conferencia que vincula los grandes desafíos para la libertad, la democracia y la prosperidad con los retos asumidos siempre desde su fundación por el estado de Israel. Todos los jefes de estado allí presentes, desde el polaco Kazcynski y el ucraniano Yuschenko a los africanos Kagane y Mussaveni, el albanés Topi o el presidente de Mongolia, expresaron ayer su apoyo al anfitrión frente a quienes le niegan el derecho a existir.
Israel sabe mucho de amenazas. Este pequeño Estado cumple su sesenta cumpleaños rodeado de ellas como nunca desde sus años iniciales. Son peligros existenciales cada vez más inminentes y plausibles. El Líbano está a punto de caer en manos de Hizbola, en el caso de que no lo esté ya. En todo caso, la organización terrorista chií tiene ya veto sobre todo lo que allí suceda. Gaza, en manos de la otra organización terrorista, íntimamente ligada a la anterior, también financiada y armada por Siria e Irán, es una bomba cuya desactivación es tan peligrosa como su existencia.
Desde Teherán, el régimen islamista iraní, gran impulsor de estas amenazas, no deja de advertir al mundo que Israel tiene los días contados mientras continúa con sus planes nucleares. Y en el interior, Israel sufre una crisis profunda de confianza hacia su clase política y su primer ministro, Ehud Olmert, investigado por supuestos delitos de financiación ilegal, puede verse obligado a dimitir en cuestión de semanas si no de días.
Para Peres esta Conferencia puede ser el último gran acto internacional que protagoniza. De ahí que su abrumador protagonismo goce de una condescendencia a la que los israelíes no son dados. Mañana llegarán más decenas de políticos, empresarios e intelectuales de todo el mundo para mostrar su solidaridad con Israel y participar en foros de trabajo especializados.
Nada de lo que se hable ayudará a paliar los problemas inmediatos, graves, de este país. Pero como decía ayer a la salida del acto inaugural el ex embajador israelí en España, Samuel Haddas, «en tiempos tan peligrosos son importantes los apoyos y las buenas compañías».
Hermann Tertsch
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