Ahora que Interpol ha certificado la autenticidad de las computadoras del terrorista Raúl Reyes, y declarado contundentemente que la información en ellas contenida no fue manipulada de forma alguna, queda demostrada la complicidad de los Gobiernos de Venezuela y Ecuador con los terroristas de las FARC.
Eso es, ni más ni menos, lo que se desprende de las revelaciones que se han dado a conocer, acreditadas por periódicos como el Wall Street Journal y El País de Madrid. Las cuatro dudas que cualquiera podría tener sobre las computadoras se han ido al piso:
1. ¿Pudieron haber resistido el ataque con bombas?
Hubo terroristas que sobrevivieron al ataque, y en las imágenes que se han difundido se observa que gran parte del campamento quedó intacto. Ni la cocina ni la mayoría de los camastros resultaron destruidos, y hasta se puede ver unas plantas eléctricas en perfecto estado.
2. ¿Estaban en el campamento?
En una de las fotografías halladas en los equipos se ve a Reyes con alguien que el periódico El Tiempo confundió con el ministro de Seguridad del Ecuador, Gustavo Larrea, pero que resultó ser Patricio Etchagaray, dirigente del Partido Comunista argentino, que admitió haber visitado a Reyes en ese campamento para entrevistarlo y que la foto correspondía a dicho encuentro.
También hay imágenes de dos comunistas chilenos, Valeska López y Manuel Olate. Consultados por la prensa, no tuvieron empacho alguno en afirmar que estuvieron en el campamento el 25 de febrero, y que descargaron sus fotos en una computadora de Reyes para copiarlas en un CD y poder liberar la memoria de sus cámaras fotográficas. Más claro no canta un gallo.
3. ¿Ha manipulado la información que contenían el Gobierno colombiano?
Ya Interpol ha dicho la última palabra.
4. ¿Es necesariamente cierto lo que se dice en ellas?
A menos que se crea que importantes miembros de las FARC estaban escribiendo, a varias manos, un best-seller de intriga al estilo de Dominique Lapierre y Larry Collins, los textos hay que tomarlos como lo que son: comunicaciones internas, privadas y secretas de las FARC. Y cuando los amigos de una causa en armas –una organización con rigor "militar"– se cuentan secretos, éstos no pueden tomarse como frivolidades. Una cosa es que ellos opinen que Álvaro Uribe –su mayor enemigo– es un paramilitar y otra, muy distinta, es que afirmen que con Chávez o con Correa han acordado esto o lo otro. Y, para desgracia de los gobernantes vecinos, las computadoras de Reyes están plagadas de testimonios que los hunden hasta el cuello.
Por supuesto, los implicados no tienen la menor intención de reconocer nada, por las graves consecuencias que podría acarrearles tanto en sus países como en la arena internacional. Ahora bien, no han de verter críticas contra el abatimiento del terrorista Reyes (para ellos, una vil "masacre"), contra el Gobierno de Colombia y su presidente, Álvaro Uribe, contra las computadoras mismas y, claro, contra la Interpol: Correa se ha pasado días diciendo que le importaba un comino el resultado de su dictamen, y Chávez ha tachado de "corrupto" y "vagabundo internacional" a su secretario general, Ronald Noble.
Dice la sabiduría popular que quien nada debe, nada teme; pero las reacciones de Chávez y Correa no parecen las de unos tipos que se saben inocentes, sino las de alguien que ha sido pillado con las manos en la masa. Han sido, en fin, reacciones propias de quien quiere evitar a toda costa ser denunciado ante el Consejo de Seguridad de la ONU por violar la prohibición de albergar y apoyar terroristas de otros países (resolución 1373), o incluido en la lista norteamericana de Gobiernos que apoyan el terrorismo.
© AIPE Saúl Hernández Bolívar, periodista y escritor colombiano.
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