La muerte de Manuel Marulanda, alias «Tirofijo», deja sin timonel a la guerrilla terrorista más antigua de Iberoamérica, precisamente cuando el horizonte de las FARC está sembrado de turbulencias. La trayectoria de este sanguinario guerrillero es fiel reflejo de la dedicación ciega a una idea, equivocada, por la que ha sacrificado la vida de miles de personas y que finalmente le ha costado la suya propia. La mejor noticia no es que Tirofijo haya desaparecido, sino que su muerte pueda contribuir a abrir la puerta de la jaula donde sus secuaces mantienen secuestrados a centenares de personas inocentes y a poner fin a cuarenta años de un conflicto inútil que ha hecho perder a Colombia los que quizá podían haber sido los mejores años de su historia. Aquellos dirigentes que -como el nicaragüense Daniel Ortega- han tenido el mal gusto de honrar la memoria de Tirofijo se han retratado a sí mismos. Otros, como Hugo Chávez, no lo han hecho, pero no por falta de ganas, después de haber propuesto que la guerrilla colombiana fuera reconocida como fuerza beligerante, cuando tal vez Marulanda había muerto ya. Debido a la pervivencia de fenómenos como las FARC, la izquierda iberoamericana arrastra el lastre del mito de la violencia revolucionaria, que le impide evolucionar como una fuerza política constructiva. Ójala la desaparición de Tirofijo contribuya a la desbandada de la guerrilla y permita a los colombianos pasar cuanto antes esta triste página.
Editorial - ABC
www.abc.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário