El arzobispo de Managua, cardenal Obando y Bravo, quizá quiera reflexionar sobre las loas proferidas por su protegido presidente nicaragüense, Daniel Ortega, a mayor gloria del terrorista Pedro Antonio Marín, más conocido por su alias escogido, Manuel Marulanda Vélez, y por su alias conferido: Tirofijo. Ni siquiera Raúl Castro, Evo Morales o el capo di tutti capi Hugo Chávez se han atrevido a loar de manera similar al gran matarife que ha hecho del asesinato y la extorsión su forma de vida durante cuatro largas décadas. Afortunadamente, la perversa lógica interna de las FARC no ha estado ausente de la difusión de la noticia de la muerte del terrorista. Nada más adecuado que un guerrillero apodado Timochenko para diseminar la propaganda mortuoria, emulatoria de una hagiografía de Kim il-Sung. Su plácida muerte junto a su compañera, la altruista labor realizada a lo largo de los años en favor de los colombianos -suponemos que no incluía entre ellos a los asesinados aunque, quién sabe, igual se cree también que les hizo un favor- las loas al nuevo dirigente criminal, Guillermo León Saez, alias Alfonso Cano. Todo ello es propaganda política de la más trasnochada. Afortunadamente sólo Daniel Ortega se ha atrevido a reivindicar el nombre de Tirofijo. Para Chávez era muy arriesgado hacerlo después de la incuestionable colusión de intereses descubierta en los ordenadores de Raúl Reyes. Cuatro décadas de vida en la selva, tantas batallas, tantos sacrificios para no merecer más que una tumba anónima en la jungla pueden ser un buen elemento de contrapropaganada para ser empleado por el Gobierno colombiano. En estos días en que cada vez hay más deserciones entre los miembros de las FARC, puede ser muy útil que el Gobierno haga reflexionar a los miles de terroristas que seguían a Marulanda para qué le ha servido dedicar toda una vida a matar y a extorsionar. Para no tener nunca un hogar, para no poder acumular una pequeña hacienda que legar a los suyos, para ser temido y proscrito. Habría que ver cuantos jovenes alzados en armas quieren un futuro así. Aunque hoy loen al matarife al que han seguido años.
Ramón Pérez-Maura
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