sexta-feira, 9 de maio de 2008

Gracias a Israel

Israel cumple sesenta años. No ha tenido una existencia fácil. En compensación por el Holocausto, al pueblo judío se le dio un estado rodeado de acérrimos enemigos. Pero al menos un estado desde el que defenderse. Y bien que ha sabido hacerlo. Desde el mismo momento de su nacimiento ya tuvo que combatir por su supervivencia. Sesenta años más tarde, tiene que seguir haciéndolo.

Se suele criticar a Israel con frecuencia. Una izquierda decadente y pacifista no puede entender el deseo de todo un pueblo, sin distingos políticos, por contar con un hogar y poder vivir en paz y, para eso, estar dispuesto a recurrir a la fuerza si es necesario.

Sin embargo, el mundo debiera estar agradecido porque Israel haya defendido su existencia y siga existiendo. Los enemigos de Israel son también los enemigos de occidente. Al fin y al cabo, Israel es un país occidental, sólo que enclavado en el Oriente Medio.

En 1981, destruyendo el reactor nuclear de Osirak, Israel consiguió que Sadam Hussein no tuviera la bomba cuando quería; combatiendo a Hizbolá en el norte y a Hamás en el sur, está poniendo freno al crecimiento natural del islamismo en la zona; bombardeando la instalación nuclear secreta en Siria, el pasado septiembre, puso fin a otro intento de nuclearización en la región y descubrió el complejo entramado de la proliferación atómica, Corea del Norte e Irán en el trasfondo; promoviendo medidas diplomáticas contra el programa nuclear iraní, Israel nos recuerda que es posible acabar con las ambiciones de los ayatolas de forma pacífica. Basta con ser serios con las sanciones.

Si Israel no hubiera batido a la aviación siria en su día, como hizo con su ejército y el egipcio, jordano, iraquí y de Arabia Saudí, hoy no existiría. Y sin Israel, la región entera estaría en manos de déspotas sin escrúpulos y grupos radicales islamistas cuya atención estaría dirigida directamente contra nosotros. Israel nos ha servido de parapeto. Y más que nos servirá en una zona cada día más volcada al radicalismo.

Rafael L. Bardají

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