Estoy de acuerdo con el Rey en que Zapatero sabe adónde va. ¡Vaya si lo sabe! No ha alterado un milímetro su rumbo desde que llegó al poder. Pero ¿recto, honesto, íntegro? Suena a guasa, como lo de sus cejas. Oírle en Baracaldo clamar contra las aventuras, los caminos inciertos y la violación de las reglas del juego era como oír a Ronaldo predicar la castidad. ¿Qué aventura más arriesgada que negociar con ETA, como él que lo hizo? ¿Qué camino más incierto para reformar los estatutos que dar carta blanca a los nacionalistas? ¿Qué mayor desafío a las reglas de juego que intentar cambiarlas sin contar con el mayor partido de la oposición? Si los españoles queremos como presidente el mejor mentiroso del país, hemos elegido bien. Si queremos alguien que vaya con la verdad por delante, nos hemos equivocado de medio a medio.
Zapatero miente a diestro y siniestro, a colegas y a rivales, a empresarios y a obreros, a jóvenes y a viejos, a nacionalistas y a constitucionalistas. Mintió a Maragall, prometiéndole dar lo que le pidiera para darle luego la patada; ha mentido a Montilla, prometiéndole una nueva financiación para darle ahora largas, y completó la faena catalana, engañando a Mas. Mintió a ETA, ofreciéndole en Loyola concesiones anticonstitucionales, que, menos mal, los terroristas rechazaron por juzgarlas insuficientes, y trata de engañar al PNV, aunque éste se lo merece, pues es experto en dobles palabras. Pero mintió, sobre todo, a los españoles, en el Congreso, al sobrepasar la autorización para negociar con ETA, y en la calle, al decirnos que se había acabado el diálogo con ella, cuando seguía negociando. Nos mintió en la campaña electoral al calificar la crisis económica de turbulencia pasajera, y sigue mintiéndonos cuando pide calma, unidad, templanza, firmeza, cuando fue él quien nos ha enfrentado durante cuatro años, iniciando reformas que sólo pedían unos cuantos, e ignorando los verdaderos problemas del país, desde el cambio de modelo económico a la reforma de la justicia, pasando por la mejora de la educación y la falta de agua. Y ahora tiene la cara de presentarse como moderado, como unificador, como consecuente.
Si Bismark definió la política como «el arte de lo posible», Zapatero la ha dejado en el «arte de la mentira», aunque en el suyo, como en muchas piezas del arte moderno, no hay belleza ni gracia. Hay sólo las normas brutales de los dos mayores mentirosos de la historia, Goebbels y Lenin: «Una mentira, cuanto más grande es más creíble» y «Una mentira repetida mil veces termina siendo verdad». Zapatero lo practicó en su primer mandato y parece dispuesto a seguir haciéndolo en el segundo. Tras el fracaso del comunismo y del nazismo, sin embargo, confiemos en que se imponga el mucho más esperanzador proverbio americano «Puedes engañar a una persona una vez, pero no a todos, siempre». Aunque con la ayuda del PP a lo mejor, a lo peor, lo consigue.
José María Carrascal
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