La izquierda española parece haber claudicado definitivamente de la defensa de la Nación. Primero fue el propio Zapatero el que cuestionó en sede parlamentaria a la Nación como un concepto discutido y discutible. Ahora miembros de su Gobierno califican la idea de Nación como un mero sentimiento que no tiene en realidad ningún efecto político ni jurídico. No extraña por tanto que en las actuales conmemoraciones del 2 de mayo la vicepresidenta primera del Gobierno se identifique más con quienes hace dos siglos claudicaron frente al enemigo que con quienes se rebelaron ante el invasor. La realidad es que hoy como entonces la Nación española, como muy bien reflejaron las palabras del Rey en los actos de Móstoles, sigue siendo la mejor garantía para nuestra libertad, para la igualdad de todos los ciudadanos y para la solidaridad entre todos los españoles.
España es hoy ante todo una nación de ciudadanos libres. Para quienes no somos nacionalistas, la Nación no es un fin en sí mismo, sino un instrumento que permite desarrollar en plenitud nuestra libertad. Es la Nación soberana la que defiende nuestra libertad frente a cualquier enemigo que pretenda sojuzgarla por la fuerza. La Nación es la suma de la libre voluntad de sus ciudadanos para alcanzar desafíos comunes. Es la Nación la que impide la dictadura de los fuertes sobre los débiles, porque nos hace a todos libres en tanto que miembros de la comunidad. No es sólo un principio teórico; en la España actual, es la Nación la que hace frente al terrorismo como la principal amenaza a nuestra libertad.
La Nación significa también la igualdad de todos los españoles. Todos los ciudadanos de una nación son iguales ante la Ley y ninguno de ellos puede estar por encima de ella. No cabe privilegio alguno entre los miembros de una misma nación. No puede haber discriminación alguna en razón del territorio, ni de la religión, ni de su raza, ni de su sexo porque todos, en tanto que miembros de la misma Nación, tenemos los mismos derechos y también las mismas obligaciones.
La Nación implica a su vez la solidaridad entre sus miembros. Ser español implica la existencia de una identidad común que nos hace parte de una misma comunidad. Hay por tanto un principio de solidaridad reforzada que nace de un sentimiento de fraternidad entre todos sus miembros. Este principio implica que haya recursos que puedan ser compartidos y que las inversiones públicas se realicen con el objetivo de un desarrollo armónico del conjunto. Implica también que la redistribución de la riqueza dentro del propio territorio tenga una naturaleza distinta a la mera cooperación con otros países.
Es en los momentos de crisis cuando las grandes naciones demuestran lo mejor de sí mismas. España es una gran Nación, la más antigua de Europa, que atraviesa en el momento presente una crisis que va más allá de los parámetros económicos. Por un lado, nos encontramos con fuerzas políticas cuyo objetivo fundamental es la destrucción de la Nación española. Son nacionalismos excluyentes que construyen su propia identidad sobre el odio al otro, a lo diferente, a lo español en nuestro caso. Un tipo de nacionalismo que lleva en su seno la semilla de la violencia. Por otro, nos encontramos con una izquierda que ha renunciado a la defensa de la Nación para poder así cimentar una alianza con las fuerzas nacionalistas, incluyendo las más excluyentes, que le permita perpetuarse en el poder. Pero frente a esos minoritarios nacionalismos excluyentes y frente a una izquierda claudicante del concepto de nación, sigue existiendo una inmensa mayoría de ciudadanos con un sentido profundo de lo que es y significa España como Nación, como una gran Nación, como una gran Nación de ciudadanos libres, iguales y solidarios.
Ignacio Cosidó, diputado del Partido Popular por Palencia.
Nenhum comentário:
Postar um comentário