Amenábar es un cineasta de inquietudes astronómicas que, buscando a Vega -la estrella del cielo, no la del gobierno-, tropezó en Internet con Hipatia de Alejandría, que no iba a misa y murió descuartizada por unos fanáticos al mando, no del obispo Cirilo, sino de un sacristán loco.
-Abundan los que se creen enemigos de Dios y sólo alcanzan a serlo del sacristán.
Es el caso, con «Ágora», de Amenábar, cuyas películas marcan, según él, su evolución del catolicismo al ateísmo (quizás aquel autobús del «Probablemente Dios no existe»...), pasando por la astronomía.
¡Cielos, la astronomía! ¿Quién no ha oído hablar del discurso de Monteseirín, alcalde de Sevilla?
-Es muy bueno que haya astrónomos. Estamos en la Avenida de la Astronomía. Está bien que haya astrólogos, pero es fundamental que haya astronautas. Porque, ¿qué sería de nosotros, los astronautas, si no nos dijeran los astrólogos o los astrónomos cómo son las cosas? ¿Qué nos podemos encontrar allí, en el más allá? ¿O qué podemos hacer, o qué podríamos desarrollar nosotros, los que estamos allí, los que no pisamos el suelo de la realidad de las cosas? ¿Qué sería de nosotros si no existieran los astrónomos y los astrólogos? Pero, ¿qué sería de todos nosotros sin la tarea de los astronautas?
Amenábar, pues, no está solo en su ateísmo. Almodóvar, que pedía tabaco en Rock-Ola y ahora va a comprar la fruta con chófer, sostiene que, para dioses, los cineastas, y de ahí su defensa de Polanski frente al fanatismo de la justicia americana. Y algo de divinos tendrán los cineastas cuando los bancos les sueltan la tela. Camba se comprometía a hacer de Getafe una nación por un millón de pesetas, pero no se lo dieron. A Amenábar le han despachado ocho mil para su cruzada contra el fanatismo cristiano. Algo vamos progresando: Ruano entrevistó a la hija de don José Nakens, primer «santo laico» del republicanismo español, que diera cobijo a Mateo Morral. Vivía entre números de «El Motín», con grabados donde bebían y pellizcaban a mozas de mesón curas con rostros animales.
-Cuando murió mi padre -dice Isabel, la hija- dejó siete duros por todo capital. Esta revistita apenas se vende.
Isabel Nakens, Hipatia de Alejandría... (Gibbon, empeñado en describir el triunfo de la barbarie y la religión, apenas le dedica veinte líneas). ¡Fanatismo! Hábilmente manipulado, el personaje de Hipatia bien podía haber inventado el higrómetro del fraile para predecir, no el tiempo, sino el fanatismo.
-Cayó luchando contra el fanatismo -dice Zapatero, al que Obama ha birlado el Nobel de la Paz, del cabo muerto en la guerra de Afganistán.
Y por el fanatismo -municipal y espeso-, en pleno régimen de presunta libertad de expresión, ha sido proscrito Agustín de Foxá en Sevilla, la ciudad que ha reducido la Avenida de la Constitución a un apeadero de tranvía.
Ignacio Ruiz Quintano
www.abc.es
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