La Ilustración se levantó sobre la convicción de que la religión se debilita donde la sociedad se moderniza. Allí avanzaban la libertad, la democracia, la ciencia, la razón y el bienestar, allí debía retroceder la fe. Dios era el nombre de la ignorancia, de la superstición que el progreso se encargaría de cercar y disminuir. |
Europa se lo creyó, y hoy Dios sólo es importante en la vida del 20% de los europeos. Muchos esperan que la globalización exporte la estadística para que advenga por fin el triunfo planetario del secularismo.
El sociólogo Peter Berger era uno de los que sostenía esta relación inversamente proporcional entre modernización y religiosidad. El mundo moderno será necesariamente menos religioso, decía. "Decía", porque en los años 80 comprobó que la realidad era diferente. La religión seguía siendo decisiva en la vida de la gente a pesar de la modernización, y muchas veces gracias a la misma. Europa era sólo la excepción de la regla mundial.
El derribo de las Torres Gemelas en nombre de Alá puso en escorzo la rectificación de Berger. Y se empezaron a resolver varias interrogantes ¿Por qué Kissinger no dedicó una sola línea de su Diplomacy a la religión? Porque el prejuicio secularista impide una interpretación completa de las relaciones internacionales. ¿Por qué el resurgir islámico pasó tanto tiempo inadvertido? Porque el prejuicio secularista no ve más allá de ideologías. ¿Por qué se menospreció el papel del catolicismo polaco en el fin de la Guerra Fría? Porque el prejuicio secularista elimina de la historia el factor espiritual. El secularismo parece hoy más falso que hace una década. Pese a muchos, la modernidad no ha desecado del todo el alma humana.
Los periodistas británicos John Micklethwait y Adrian Wooldridge se dieron cuenta del regreso de Dios cuando trabajaban en The right nation, su libro sobre la derecha estadounidense. Les sorprendió que el pentecostalismo, fundado hace un siglo en Los Ángeles por un negro tuerto, contara ya con 500 millones de fieles en todo el mundo; que Clinton citara a Jesucristo 5,1 veces al año, apenas algo más que G. W. Bush; y que sólo el 9% de los estadounidenses fuera ateo, mientras los europeos sobrepasaban el 25%. ¿Por qué en el país más moderno del mundo triunfaba la religión? ¿Eran compatibles modernidad y religiosidad? ¿Qué estaba pasando en el resto del mundo? ¿Podían regresar las guerras de religión? Se hacía necesario escribir God is back: how the global rise of faith is changing the world.
El libro recuerda que EEUU y Europa representan dos versiones diferentes de la modernidad. Mientras en Europa la revolución sustituía a Dios por el hombre y sus ideologías, en EEUU John Quincy Adams veía en la Declaración de Independencia "un hecho principal en el progreso de la economía del Evangelio". Esta visión de la religión como parte esencial de la vida cívica es lo que explica el rearme religioso estadounidense tras los ataques progresistas del siglo XX, el resurgir de la cultura evangélica, empujada por predicadores como Billy Graham, Jerry Falwell o Pat Robertson, y el vigor que sólidos intelectuales como William F. Buckley, Russell Kirk, Leo Strauss, Daniel Moynihan o Richard J. Neuhaus inyectaron en la reflexión político-religiosa norteamericana.
La tesis principal de Micklethwait y Wooldridge es que el mundo se mueve hacia el modelo estadounidense de modernidad, donde ésta coexiste felizmente con la religión, y no hacia la versión europea, donde la secularización margina la vida religiosa. En EEUU la religión florece porque se ha adaptado al pluralismo y opera por elección en el libre mercado, sin compulsión estatal. Los autores están convencidos de que gracias a la Primera Enmienda, que protege al Estado de la religión y viceversa, "EEUU ha resuelto el problema de la religión" para todo el orbe. Si la religión se mantiene alejada del poder, ganará crédito su mensaje, y si el Estado limita su propia expansión, la sociedad se beneficiará del dinamismo religioso. Por eso el 50% de las asociaciones cívicas norteamericanas tiene carácter religioso, y el 40% de toda la ayuda exterior estadounidense proviene de la filantropía cristiana.
La religión que emana de este modelo norteamericano es republicana, democrática, individualista y optimista, a la medida del pluralismo moderno. Los pastorprendedores diluyen la frontera entre religión y negocio, y lo religioso deviene un producto de mercado cuya clave reside en la ley de la oferta y la demanda. Si a esto añadimos el vínculo con el bienestar material y la movilidad social ascendente, tenemos una religión sin, higienizada, sentimental, disneyficada, de centro comercial, superpuesta al negocio de la autoayuda, como la pujante iglesia que dirige Billy Hybels en Willow Creek. Es la religión que exportan muchos de los 115.000 misioneros estadounidenses que cada año dejan su país, y que explica el éxito pentecostal en Hispanoamérica, o el hecho de que cinco de las diez mayores megaiglesias protestantes estén en Corea del Sur. Para los reporteros de The Economist, todas las religiones, incluido el islam, deberán desarrollar su versión americanizada si quieren ganar cuota en el mercado de almas. Dios ha vuelto, es yanqui y ha decidido someterse a las reglas de la modernidad.
Estas son las conclusiones de God is back. No son mensajes nuevos, aunque el envoltorio periodístico y el adorno factual los cubren de frescura y provocación. Sin embargo, da la impresión de que algunas ideas están levantadas sobre análisis muy superficiales. ¿Se puede sostener todavía que la versión Europea de la modernidad es atea porque allí la religión se alió con el antiguo régimen? ¿No está ya demostrado que la paz de Westfalia significó el triunfo del Estado absoluto, y no sólo el de la Realpolitik frente a las guerras de religión? ¿Hay que recordar que no debe confundirse el hecho de la pluralidad con la ideología del pluralismo?
Especialmente preocupante es la desinformación religiosa que cruza el libro. Acerca del catolicismo, oscila entre el error y el prejuicio; así, sostiene que el catolicismo "abrazó el modernismo (sic) en el Concilio Vaticano II", defiende la oportunidad de las leyes laicistas francesas de 1905 y denuncia el "dolor" que la doctrina católica sobre la contracepción provoca en el mundo subdesarrollado. Por otro lado, se aborda el islam desde tópicos secularistas: Mahoma habría sido un profeta "tolerante y emprendedor"; en Córdoba habrían convivido pacíficamente cristianismo, judaísmo e islam; el yijadismo de Chechenia, Palestina o Cachemira sería equivalente al complot católico de Guy Fawkes en la Inglaterra del s. XVII; la legislación antiterrorista de Occidente sería muchas veces "antimusulmana"; y Turquía mostraría el camino al islam, que debería pasar por un proceso de Ilustración y Reforma como el occidental. No es extraño que estos fallos metodológicos debiliten las tesis de Micklethwait y Wooldridge.
God is back es un libro paradójico. Se lee con alegría, pero le sobran un centenar de páginas de regurgitación periodística. Se exponen hechos valiosos, pero se los interpreta sin demasiado rigor. Se proclama el regreso de la religión, pero se desprecia la tradición que vivifica toda fe. Se anuncia el regreso de Dios, pero se jalea el relativismo. En realidad, las conclusiones son otra faceta de la teoría de la secularización. Si el dogma secularista eleva al hombre hasta el nivel de Dios, ahora se degrada a Dios hasta las necesidades del hombre. Ya no se habla de un mundo sin religión, sino de la religión sin que triunfará en el mundo. No se trata de arrinconar a la religión, sino de domesticarla.
Dicen los autores que Dios ha vuelto. Y sin duda aciertan al mostrar algunas líneas que pueden facilitar la influencia de la religión en la vida pública, o al tipificar el nuevo tipo de religión que parece triunfar en la modernidad. Pero si Dios ha regresado, no será para caer en la tercera tentación de Cristo, cuando allá en el desierto el demonio le sugirió modelar a su capricho la voluntad de Aquél. Tal vez las conclusiones de Micklethwait y Wooldridge habrían sido más provocadoras si lo hubieran tenido en cuenta.
JOHN MICKLETHWAIT Y ADRIAN WOOLDRIDGE: GOD IS BACK. HOW THE GLOBAL RISE OF FAITH IS CHANGING THE WORLD. Penguin Books (2009), 405 páginas.
Guillermo Elizalde Monroset
http://libros.libertaddigital.com
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