sexta-feira, 4 de abril de 2008

Reflexiones militares sobre la participación española en Irak

La participación española en Irak no ha tenido un análisis militar suficiente, quizás debido a que el debate político en torno al tema ha atenuado la verdadera importancia de sus consecuencias militares. Otros países como Francia, sin haber participado, han analizado dicho conflicto para poner a punto su Ejército ante la amenaza asimétrica predominante.

Tampoco se percibe una opinión general sobre lo que allí hizo el Ejército de Tierra español y mucho menos acerca de cuál era su espíritu y sus órdenes al proyectarse a Irak. Estos aspectos, desde el punto de vista militar, merecen ser aclarados para que, sin carga política, acerquen a los analistas la verdad sobre este asunto.

Poco o nada se ha publicado sobre la División Multinacional Centro Sur donde se participó y estaba ubicada la Brigada española. Se trataba del nivel de mando donde se armonizaba la acción del Contingente español con el resto de esfuerzos multinacionales. Mucho menos se ha tocado el Task Force Conjunto Combinado de Bagdad CJTF-7, norteamericano, de donde emanaban las órdenes a las Divisiones, a veces origen de discrepancias con el planeamiento militar español, aspecto frecuente y normal en el ambiente multinacional general.

El estatus militar concebido para la participación militar en Irak y la misión recibida del Mando español operacional dejaron claro al Contingente español en Irak que se trataba de una operación de apoyo a la paz, quizás prematura debido a la inestable situación iraquí.

Bien es sabido que las operaciones ofensivas desarrolladas por Estados Unidos y Gran Bretaña, las potencias ocupantes, alcanzaron sus objetivos estratégicos con la caída del régimen de Sadam Husein y la disolución de todas sus instituciones.

El segundo objetivo estratégico de la Coalición fue crear las condiciones para devolver al pueblo iraquí su soberanía, según rezaba su Plan de Campaña.

La Resolución 1483 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas envuelve el momento en que las FAS españolas concibieron su participación en Irak. Se distingue su objetivo estratégico en cuanto se comparan los documentos básicos que organizaron la proyección, Planeamiento Militar español, Plan de Campaña del CJTF-7, liderado por Estados Unidos, y las Órdenes de Operaciones emitidas por la División Multinacional Centro Sur.

En estos documentos se puede distinguir cómo el Contingente español se desmarcó de todas y cada una de las misiones «ofensivas» del CJTF-7 norteamericano que supusieran la utilizacion de fuerzas españolas contra iraquíes.Todo ello conforme al Plan de Operaciones español y las Reglas de Enfrentamiento, ROES, verdadero código de conducta del militar español en operaciones.

Constan, en los informes reglamentarios, los esfuerzos realizados por España, en todos los niveles, para pasar estos mensajes a las poblaciones autóctonas de mayoría chií, a través de los jefes de tribu, líderes religiosos, milicias y sociedad civil iraquíes, que siempre reconocieron el «savoir faire» español, su espíritu negociador y su misión exclusivamente pacificadora, haciendo saber a la Fuerza española la preferencia en el trato con el Contingente militar de España.

Como índice esclarecedor de este deseo de contacto con los iraquíes baste decir que el Contingente español tenía la media más alta de patrullas a pie, aspecto que ofrecía la posibilidad de penetrar en los problemas de esas gentes, contrastando con la distancia que tomaban los militares de otros países. Estos aspectos, mucho más tarde, eran reconocidos por los generales norteamericanos en zona aunque uno, el entonces General de División Petraeus, Jefe de la 101 Aerotransportada, lo comentara personalmente mucho antes, haciendo cola como cualquier soldado en el autoservicio de un campamento militar en Babilonia en septiembre de 2003, cuando se refería a la necesidad de conquistar los corazones y las mentes de los iraquíes.

La forma de actuación española cuadra con la moderna concepción doctrinal militar europea de operaciones de estabilización. Su posible expansión a los países hispanoamericanos fue una posibilidad que se tuvo en la mano, hoy por el momento desaparecida.

En las condiciones descritas anteriormente, la participación española se asentaba en las siguientes ideas clave:

- Participación en la operación al margen de las operaciones militares ofensivas llevadas a cabo por las potencias ocupantes (EE.UU. y UK, según la Resolución 1483 del Consejo de Seguridad de la ONU).
- Establecimiento de las condiciones para la cesión paulatina de la soberanía a los iraquíes de los territorios de responsabilidad.
- Realización de operaciones cívico militares para mejorar las condiciones de vida de la población iraquí.
- Protección de la Fuerza proyectada.
- Soberanía en sus decisiones militares. Se basaba en la gran experiencia española en operaciones, la existencia de unas Reglas de Enfrentamiento, traducción del perfil de la operación que deseaba hacer España, y en la independencia económica con la que concurrían las tropas españolas.

Se participó en una División de gran contenido europeo, en la que participaban británicos, italianos, daneses, holandeses, noruegos, ucranianos, además de los recién llegados a la sombra de la seguridad OTAN, húngaros , rumanos, búlgaros, checos, eslovacos, estonios, letones y polacos, que lideraban la División con gran entusiasmo y derroche de buenas intenciones. De hecho nuestra División impuso una forma de actuación mucho mejor adaptada que las norteamericanas, por haber estado desligada de la fase de intervención.

A la omnipresencia norteamericana y su potencial hubo que poner enfrente la prudencia española en el manejo de ciertas crisis, en especial en dos casos concretos: la transferencia de la provincia de Najaf a la Brigada Multinacional Plus Ultra y la participación de fuerzas españolas en las operaciones de corte americano asignadas a la División, donde se encuadraba la citada Brigada. En ambas hubo que negociar en todos los niveles para conseguir, en el primer caso, convencer al carismático y prestigioso Teniente General Conway, en Camp Babil, de que los Batallones hispanoamericanos bajo control operativo español dispusieran de un equipamiento de combate como el de sus Marines, a los que relevaban. En el segundo, se trataba de impedir que el clérigo Muqtada al-Sadr incendiara la región con su naciente Ejército del Madhi, mediante la negociación y acuerdos practicos, evitando su detención que supondría graves daños colaterales. Hoy por hoy el díscolo fraile chií es uno de los principales problemas del Mando americano en Irak. Bien es verdad que todo no fue fácil, y que en ocasiones hubo que adaptar decisiones del CJTF-7 para poder ser cumplidas por la Brigada española, dada la clara desviación sobre las ROES españolas que suponía su cumplimiento.

Sin embargo, los militares españoles siguieron tejiendo una red de contactos, que se acercó hacia entidades como el BADR CORP, Muqtada al-Sadr y sus próximos, etc, a efectos de la práctica de una política de transparencia operativa que poco a poco iba dando sus frutos. Se puede admitir que la presencia española en la provincia de Najaf, y en general en la MND.CS., fue siempre un aporte de moderación y estabilidad en las decisiones de la Coalición y en la ejecución de las misiones.

Días después del asesinato de los siete militares del CNI, la puerta principal de Base España en Diwaniya apareció llena de flores, como homenaje de los iraquíes a los fallecidos, que nunca lo serán en vano en la regeneración de Irak.

Ricardo Martínez Isidoro.
General de División en la Reserva
Ex Segundo Jefe de la MND.CS en Irak

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