sexta-feira, 31 de julho de 2009
¿Por qué lo llaman «separatistas» cuando deben decir «terroristas»?
Un monstruo de 50 años
Décadas de diálogo con ETA
Al margen de su obvia naturaleza criminal, si algo demuestra ETA con su fallida masacre del miércoles o el asesinato ayer de dos guardias civiles es que los terroristas no han perdido la esperanza de lograr que un gobierno de España vuelva a sentarse a negociar con ellos. Ante la lamentable falta de certeza que también tenemos muchos españoles de que ningún gobierno de España volverá a dialogar o negociar en el futuro con ETA, hay quienes se engañan tratando de ver esa certeza en la existencia misma de la violencia. Tal parecería el caso del editorialista de El Mundo quien, tras la fallida masacre en la casa cuartel de Burgos, afirma que "el brutal ataque de ayer debe contribuir a que se disipe cualquier conjetura sobre una nueva posible negociación con la banda. Los terroristas han vuelto a poner de manifiesto que son unos fanáticos radicales –"enloquecidos", los llamó ayer el ministro Rubalcaba– y puesto que no atienden a razones, tampoco cabe suponerles capacidad de diálogo".
Y yo me pregunto, ¿acaso no fue también "brutal" y propia de unos "fanáticos radicales" o "enloquecidos" la matanza perpetrada en 1974 en la cafetería Rolando donde ETA asesinó a 12 personas y causó ochenta heridos? ¿Y acaso poco tiempo después, en 1976, el gobierno, representado por Ángel Ugarte, jefe del antiguo SECED, no mantuvo conversaciones con estos "fanáticos" y "enloquecidos" en Ginebra?
¿Acaso no fue también "brutal" y propia de unos "fanáticos radicales" o "enloquecidos" la matanza perpetrada en 1979 en Chamartín y Atocha donde ETA asesinó a siete personas e hirió a un centenar? ¿Acaso no lo fue también la matanza perpetrada en 1986 en la plaza de la Republica Dominicana donde ETA asesinó a 12 agentes e hirió a varias decenas de civiles? ¿Y acaso poco meses después, ese mismo año, los representantes del Gobierno de González no tuvieron sus primeras conversaciones con esos "fanáticos enloquecidos" en Argel?
¿Acaso no fue también "brutal" y propia de unos "fanáticos radicales" o "enloquecidos" la matanza perpetrada en 1987 en el Hipercor de Barcelona, donde ETA asesino a 21 personas –entre ellas cuatro niños– e hirió a 45? ¿Y no lo fue también, ese mismo año, la de la casa cuartel de Zaragoza, donde ETA asesinó a 11 personas –entre ellas, cinco niños– y dejó heridas a 40? ¿Y acaso pocas semanas después los nacionalistas no lograban introducir en el Pacto de Ajuria Enea la cláusula favorable al "final dialogado de la violencia"? ¿Y acaso meses después no hubo nuevas negociaciones en Árgel al máximo nivel entre Vera y Antxon en representación del gobierno de España y de la banda de "fanáticos enloquecidos", respectivamente?
¿Acaso no fue también "brutal" y propia de unos "fanáticos radicales" o "enloquecidos" la matanza perpetrada en 1991 en la casa cuartel de Vic, donde ETA asesinó a 10 personas –la mitad niños– e hirió a una docena? ¿Y no lo fue también la perpetrada en diciembre de 1995 en el madrileño Puente de Vallecas, donde ETA asesinó a seis trabajadores civiles de la armada y dejó heridas a otras 17 personas? ¿Y acaso dos años escasos y medio después, el Gobierno de Aznar –el mismo al que antes habían intentado asesinar estos "fanáticos enloquecidos"– no los pasó a llamar "representantes del MLNV" y, menos de un año después, mantuvo conversaciones con ellos en Zurich?
Dejo al margen el pacto de Estella, las conversaciones en Perpiñán de Carod Rovira, o la infamia perpetrada por el Gobierno de Zapatero para dar cobertura a sus alianzas con los separatistas. Me limito a los errores de los gobiernos previos que, sin negociar políticamente nada, sirvieron de excusa a la infamia de Zapatero de negociar con "fanáticos enloquecidos" –¿o eran "hombres de paz"?– una tregua en el que se habían comprometido precios políticos, al margen de la impunidad.
No, no es la brutal violencia que estamos padeciendo, ni sus consiguientes "treguas", los que nos disipan las dudas sobre futuras conversaciones con ETA. La violencia, tanto como sus ceses condicionales y temporales, lo que demuestran es que ETA no ha perdido las esperanzas en que haya negociaciones de nuevo. Quien tiene que disipar nuestras dudas y acabar con las esperanza de ETA es el Gobierno y una clase política y mediática que deje de ver como posibilidad de paz un diálogo que en realidad supone incidir en el error.
Guillermo Dupuy
www.libertaddigital.com
Luto y reflexión
El asesinato de dos guardias civiles en Calviá cometido por la banda terrorista ETA induce a una reflexión retrospectiva. Se guardará el debido luto, se formularán las preceptivas condenas y se apoyará a la Guardia Civil, que ha sido el blanco de dos atentados en menos de 48 horas. Pero hay algo más que hacer. En parte guarda relación con lo que un agente de la casa cuartel de Burgos declaraba al diario El Mundo cuando contaba sus impresiones. Decía: "[El atentado] es un riesgo que llevas contigo. Estamos en el país que estamos, tenemos la sociedad que tenemos, y ya está".
La responsabilidad de los crímenes corresponde a sus autores, pero dado que no podemos oponer a sus actos más que nuestros actos, es la política que se lleve a cabo la que determina el fracaso o el triunfo del terrorismo. Durante tres largos años, fue la peor posible. El infausto "proceso de paz" ideado por Zapatero tenía el efecto perverso de despertar la esperanza de los terroristas en la obtención de un pago político. El asesinato no constituye un triunfo del terrorismo. Sí lo es, en cambio, conseguir contrapartidas. Los terroristas matan para lograrlas.
Tras el fracaso del obcecado empeño, se ha vuelto a la política de la que no cabe desviarse. Hay, sin embargo, un pero. Uno entre otros, pero éste es capital. La falta de una rectificación explícita, de un reconocimiento expreso del extravío por parte del presidente constituye un error añadido al que cometió. Esa indefinición respecto del pasado lastra la política antiterrorista con una incertidumbre de cara al futuro. Permite interpretar que el giro dado por Zapatero en esta materia, lejos de surgir de la convicción, es táctico y coyuntural y, por tanto, reversible.
Hay otra rendija, auténtico boquete, que debe de taparse. La sociedad que tenemos respaldó en buena medida aquel "proceso de paz". Desde luego no castigó la irresponsable aventura en las urnas. De forma periódica, muchos sucumben a la ilusión de que es factible y carece de coste ese "final dialogado de la violencia" que aún figura en un permiso para negociar aprobado por el Congreso. Al urdir el "proceso", el presidente alimentó ese espejismo. Es su obligación disiparlo por completo. De lo contrario seguiremos abocados a que, como decía Churchill, "la debilidad de los virtuosos contribuya a fortalecer la malignidad de los malvados".
Terrorismo y silencio
El miércoles, después del atentado terrorista en la ciudad de Burgos, lo dijo el ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, y el jueves, después del asesinato de dos guardias civiles españoles en Mallorca, lo reiteró el dirigente socialista Ramón Jáuregui: ETA está en su última etapa. Están débiles. Ellos perdieron la última oportunidad. El Estado acabará con ETA. Así, insiste Jáuregui, lo han querido los terroristas, porque "ellos solos rompieron la tregua". Ante esta palabrería siento alternativamente vergüenza ajena y desprecio. Sólo quiero callar. Presiento que guardar silencio, anular nuestra propia voz, es más humano que perorar sobre lo que resulta inexplicable.
El separatismo sigue matando y, por lo tanto, ganando en todas partes a la paz ciudadana, pero los dirigentes socialistas niegan la evidencia. ETA sigue asesinando españoles, pero los socialistas dicen que están acabando con la banda. La mentira socialista no tiene límites. Los socialistas de Zapatero no tienen pudor para decir una cosa y la contraria; primero, negociaron y se entregaron a los cambalaches de ETA, durante casi cuatro años, y ahora, cuando ETA ha iniciado toda una ofensiva contra el Estado, incluso lo han hecho con ostentación al atentar por primera vez en una isla, dicen que los criminales están en las últimas. ¡Vale!
Señores socialistas, por favor, vayan a otro lugar con ese cuento. Es tan ruin y populista su retórica que prefiero el silencio, aunque la melancolía lo arruine. Más dice el silencio, en efecto, que sumar mi opinión a ese poblado corral de voces engalladas y cínicas. El silencio, por muy negativo que sea, dice y aclara "mucho con el énfasis de no explicar". Pero, como diría la Atenagórica de México, al silencio es necesario ponerle algún breve rótulo para que se entienda lo que se pretende que el silencio diga. El mío es breve y sencillo. Es casi un epitafio, un "recordatorio", para quien declaró que la nación, la nación española, es un "concepto discutido y discutible".
El silencio respetuoso ante la muerte de dos españoles nos dirá algo de verdad, sí, algo que no cabe en las voces de los miles de socialistas que mantienen una cosa y su contraria, si y sólo si asumimos o pensamos que España, la nación española, está siendo vencida por el separatismo. Los criminales vuelven a ganarnos cuando nos matan. Los socialistas, ahora como en el pasado, no quieren saber nada de esa amarga y trágica lección que el separatismo trata de darnos después de cometido su crimen. De hecho, los socialistas nunca la aprenderán, porque antes que acabar con el corazón del animal separatista, es decir, rematarlo con la fuerza represora del Estado de Derecho, prefieren dejarse tratar –dialogar, negociar y cambalachear– por los tentáculos del terrorismo nacionalista de ETA.
Después de los crímenes de Mallorca, es preferible el silencio, sin duda alguna, que "decir" que estamos ganando a ETA. Insisto: el silencio, como dijera Juana de Asbaje, "explica mucho con el énfasis de no explicar". El silencio es más humano, quizá demasiado humano, que la mentira.
Agapito Maestre
Catedrático de Filosofía Política en la Universidad Complutense de Madrid
Caídos por España
Hoy, las palabras repugnan. Con ellas, se puede insultar, se puede condenar, se puede clamar por la cadena perpetua, por la pena de muerte, incluso. Se puede culpar a los políticos, al Gobierno, además de a los terroristas. Pero todas sonarán huecas, absurdas en su impotencia, ridículas en su incapacidad. Pero quien sólo está armado de ellas está obligado a dispararlas. De modo que ahí van.
Cuando la violencia persigue objetivos políticos no es delincuencia, es guerra. Lo es sobre todo si el que la emplea tiene un considerable respaldo de aquellos en cuyo nombre combate. Cuando el que hace la guerra recurre exclusivamente al terrorismo, combatirá irregularmente, asimétricamente, pero siempre será una guerra. Esto es la ETA, un pequeño ejército irregular que combate por la independencia del País Vasco con el terrorismo y el respaldo de una parte de la sociedad vasca. Que sean unos criminales no es incompatible con que sean también combatientes. Se justifican aduciendo la enorme desproporción de fuerzas que les impide combatir en igualdad de condiciones, vestidos de uniforme, con las armas a la vista y atacando tan sólo objetivos militares.
Los españoles, por nuestra parte, vivimos en la ficción de que los etarras son sólo delincuentes que deben ser perseguidos como tales. No obstante, tuvimos que crear nuevos tipos penales para poder combatirlos eficazmente con el Código Penal en la mano. Quisimos creer que, por negarnos a combatir con las leyes de la guerra, por sólo haber muertos en nuestro bando, ésta nunca sería una verdadera guerra. Ellos nos matan y nosotros los perseguimos como se persigue a una banda de narcotraficantes. Pero olvidamos que los narcotraficantes respetan el sistema porque viven de él. Si alguien quisiera legalizar el tráfico de drogas lo verían como a un enemigo. La ETA, en cambio, combate el sistema, desea subvertirlo con el fin de crear el clima propicio para que otros extraigan los beneficios políticos de sus acciones. ¿Alguien duda de que el País Vasco no tendría la autonomía de la que hoy disfruta si no fuera gracias a la ETA? Son las concesiones que se han ido haciendo a los nacionalistas de allí las que alimentan su resolución. Quieren la independencia del País Vasco y llevan una buena parte del camino ya recorrido gracias a la violencia. Tienen el apoyo de los vascos que desean esa independencia, aunque lamenten con lágrimas de cocodrilo lo que ha sido necesario hacer para alcanzar lo logrado.
No me disgusta la táctica de considerarlos delincuentes y negarles la calidad de combatientes porque es tanto como negarles la posibilidad de obtener concesiones. Siempre que sepamos que es una ficción para obligarnos a no ceder y que no cedamos. El problema es que luego cedemos. Y negociamos con ellos. Lo han hecho todos. ¿Alguien puede imaginar a un presidente de Gobierno enviando representantes a negociar con una banda de narcotraficantes? Si negociamos con los etarras es precisamente porque sabemos que no son delincuentes comunes.
El caso es que, al margen de estrategias, es hora de reconocer que ésta que combatimos es una guerra. De pocos muertos, si quieren, pero los que cayeron, hace treinta años y ayer mismo, lo hicieron por España, no por defender el orden público. Deberíamos preguntarnos todos si queremos o no ganarla. Porque si no queremos, deberíamos darles lo que piden y evitarnos más muertos. Pero si como espero, deseamos vencer, habrá que ponerse a ello y votar a los políticos que quieran lo mismo.
Emilio Campmany
www.libertaddigital.com
La muerte como discurso
España no es culpable
Los 50 años de ETA y el modelo de reproducción del terrorismo
Después de los atentados
El oxígeno de ETA
Enloquecidos
Yo hoy brindo por ellos
ETA, medio siglo de barbarie
quinta-feira, 30 de julho de 2009
¿Qué intenta ocultar el terrorismo de ETA?
quarta-feira, 29 de julho de 2009
Honduras y liviandades
Parece ser que Cuba y Honduras quedan en dos planetas distintos; pero esos dos planetas comparten instituciones con nombres iguales. |
Billy Joya y el dilema de Honduras
Según relata Ricardo Arias Calderón en un artículo que me envía Ana Nuño, la crisis comenzó "cuando el presidente Zelaya no presentó el presupuesto en el año 2008 para su aprobación por el Congreso Nacional". |
Horacio Vázquez-Rial
vazquezrial@gmail.com
www.vazquezrial.com
¡Al diablo con Chávez!
Hace bien el canciller de Colombia al recordarle a Hugo Chávez que el gobierno de Bogotá no interfirió en sus ejercicios navales con la flota rusa, en noviembre pasado. |
– A diferencia de Bush, Obama no alentará invasiones, provocaciones ni ataques preventivos, aunque eso no significa que no le dé su merecido al que se lo busque.– EEUU y Venezuela tienen excelentes relaciones comerciales que trascienden las fanfarronadas de Chávez, puesto que "el imperio" es el destino natural de casi todo su petróleo.– Si los gringos quisieran invadir Venezuela no necesitarían lanzar ataques desde Colombia: les bastaría con desplegar una muy pequeña parte de su poderío naval.
Chávez y la guerra con Colombia
Pese a que es bien sabido que el presidente Chávez siempre tiene en Colombia una carta bajo la manga para encubrir situaciones críticas, no deja de ser extraño que, siendo la Venezuela bolivariana un país con extravagantes alianzas militares con los más siniestros y forajidos gobiernos del mundo, pueda justificar que se siente obligado a "revisar" las relaciones con Colombia a propósito de acuerdos, también militares, suscritos por Bogotá con EEUU. |