Era muy sencillo en los tiempos de Bush. Los «bushies» y sus amigos europeos, incluidos los españoles, tenían unas maneras tan bruscas y parecían tan empecinados que resultaba casi natural y hasta fino oponerse a sus iniciativas.
Ahora manda Obama en la Casa Blanca, tiene como presuntos aliados a todos los izquierdistas y centristas del planeta y adoptar una posición frente a alguien que aparece como la versión tecno de San Martín de Porres, se ha vuelto bastante complicado para los progres.
Ninguno de ellos lo dice en público, pero muchos de los que pululan por las tertulias de radio y televisión andan ya cavilando cuántos sapos más tendrán que tragarse antes de atreverse a airear que el nuevo presidente norteamericano les ha decepcionado.
No seré yo de los que se sume al coro. En la política, como en la vida, rara vez actúa uno como desea. Ni siquiera como desean los demás. Uno hace lo que puede y en los cuatro meses y un día que Obama lleva en el cargo, ha hecho lo que ha podido.
No ha revitalizado la economía, aunque lo intenta, no ha firmado la paz con los ayatolás iraníes, no ha desactivado a Corea del Norte, no ha arreglado el embrollo entre palestinos e israelíes, no ha puesto fin a la dictadura cubana, no ha frenado a Chávez, no ha cerrado la cárcel de Guantánamo, aunque ha prohibido métodos de interrogatorio especialmente crueles, y sigue tratando de montar una coalición militar que le ayude a derrotar a los talibanes.
Para los abonados al «buenismo» debo subrayar que lo de Afganistán y Paquistán es una guerra y que en las guerras se mata. Es de lo que se trata y una vez que se empieza, la matanza adopta múltiples formas y todas horribles. Nosotros (los españoles) tenemos tropas allí y Obama quiere que enviemos más, así que oído al parche.
Alfonso Rojo
www.abc.es
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