quinta-feira, 21 de maio de 2009

El ser y la nada

Requerida su opinión sobre el sonrojante disparate nihilista de Bibiana Aído -cuya oceánica ignorancia sólo es comparable a su atrevimiento, y éste a la irresponsable temeridad de quien la nombró ministra-, su colega Ángel Gabilondo ha contestado con una evasiva ciertamente embarazosa, y nunca mejor dicho: que ni siquiera el rango de catedrático de metafísica le alcanza a él para saber a ciencia cierta cuál es la clave de la condición humana. Es decir, que hay asuntos sobre los que es mejor abstenerse de opinar antes de proferir una descomunal tontería de la que lamentarse. Si yo que soy un filósofo, ha venido a decir con impostada modestia, no sabría explicar con exactitud qué es un ser humano, cómo puede esta indocumentada chiquilla meterse en honduras existenciales o científicas sobre el ser y la nada. Pero la cosa se complica si damos en pensar que ya son al menos dos los miembros de este Gobierno confusos ante una cuestión tan seria, y encima uno de ellos ha ejercido el ministerio sacerdotal antes que el político. Más vale que no prosiga la encuesta.

No al menos antes de que alguno de los cientos de asesores que trabajan en Moncloa les recuerde a ciertos ministros -y sobre todo a ciertas ministras- que entre sus obligaciones no figura la de decir todos los días una gilipollez. La democracia del canutazo parece haber impuesto la necesidad de salir cada mañana bien temprano a pronunciar una enormidad que agite el debate de opinión pública, comparecencia que a menudo constituye la única actividad reseñable de los miembros -y miembras- con menos competencias en el fantasmal gabinete de Zapatero, lleno de gente bisoña y mal amueblada intelectualmente que ni siquiera ha aprendido aún el arte de hablar sin decir nada. Por incompetente que resulte para ejercer su cargo, un ministro callado puede parecer un ministro discreto, pero la locuacidad los vuelve transparentes en su indigencia. En las academias de coaching para ejecutivos está de moda leer a Baltasar Gracián, fraile taimado que enseñaba la cautela senequista de aprender a callar cuando lo que se va a decir no mejora el silencio. Pero a Gracián y a Séneca hace tiempo que los barrieron de los planes de la LOGSE, primordial fuente de conocimiento de esta joven generación que el presidente considera «la mejor preparada de la Historia».

Gabilondo, que sí es un hombre culto y bien leído, ha salido mal que bien de una tesitura envenenada en la que acaso haya empezado a aprender que la metafísica hace mala mezcla con una materia tan impregnada de pragmatismo cínico como la política. «Hay gente pa tó», dicen que exclamó con cazurra desconfianza El Gallo cuando le presentaron al gran metafísico que fue don José Ortega -Gasset, no Cano-. Más vale no pensar lo que se le hubiese ocurrido si le llegan a poner delante de toda una ministra de Igualdad.

Ignacio Camacho - www.abc.es

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