Ninguna guerra dura más que las civiles, y que la nuestra no terminó el 1 de abril de 1939, sino que continúa, vino a confirmarlo el debate entre Juan Fernando López Aguilar y Jaime Mayor Oreja el lunes por la noche en Televisión española. El candidato socialista no tuvo ningún reparo en echar mano del franquismo para descalificar a su interlocutor, como si Franco siguiera vivo, en vez de haber muerto hace 34 años. No fue esa su única alusión a las dos Españas que se midieron en el campo de batalla. Su entero parlamento estuvo dedicado a resucitar el viejo duelo entre izquierdas y derechas, con él representando el progreso, y su adversario, la reacción. Lo creíamos superado, pero es la herencia de Zapatero, que nos ha hecho retroceder a la confrontación cainita, en su afán de dar la vuelta a la guerra civil que perdió uno de sus abuelos y ganó el otro, como ocurrió en tantas familias españolas. Lo malo es que para ganar esa guerra tiene que librarla de nuevo. Es a lo que se ha dedicado en sus cinco años de gobierno, a lo que se dedican sus ministros y a lo que se dedicó López Aguilar ante millones de telespectadores. No lo hacen sólo por motivos ideológicos, sino también por necesidades electorales. La crisis les ha arrinconado de tal forma y ha puesto tan al desnudo su fracaso que ya no les queda otro argumento que identificar al PP con el franquismo. Mayor Oreja podía haber recordado a su temerario interlocutor la larga lista de dirigentes socialistas españoles que entonaron loas a Stalin, a Mao, a Ho Chi Minh, a Fidel Castro. No lo hizo, no sé si por elegancia o por preferir recordar sus servicios a la Transición democrática y a la lucha contra ETA en el País Vasco, en la que, como tantos, arriesgó su vida. Hechos frente a eslóganes. Ese fue el debate. Lo malo para el PP y lo bueno para el PSOE es que, en televisión, los eslóganes se venden mejor que los hechos. Y aunque los hechos terminan imponiéndose, ocurre demasiado tarde la mayoría de las veces.
De ahí que prefiera clasificar el debate como un clásico encontronazo entre el ayer y el hoy. Pero, atención a esto, donde el hoy estaba representado por el candidato del PP y el ayer, por el candidato socialista. López Aguilar habló más del pasado que del presente, al que ni siquiera aludió, tal vez por saber que no significa nada bueno para él ni para su partido. En Europa, menos que en ningún otro sitio. Y estas son unas elecciones europeas, aunque no lo parezcan.
Las encuestas nos dirán quién ha ganado, aunque no hay que hacerles mucho caso dado lo manipuladas que están. Lo importante es saber si España sigue siendo «el país de sus antepasados», como la definió Kant, o sea, si su última guerra civil continúa, o si es el país de sus hijos, de los que últimamente no se ocupa demasiado.
José María Carrascal
www.abc.es
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