BENEDICTO XVI emprendió ayer un arriesgado viaje a Oriente Medio, una zona del mundo donde la violencia y la confrontación se han enquistado desde hace décadas y en la que resulta imprescindible el mensaje de paz que porta el Papa. Es más que previsible que muchos intenten empujar al Santo Padre hacia el campo minado del conflicto árabe-israelí, o al de la incomprensión global entre los musulmanes y el mundo occidental, para dar a este viaje un significado que no tiene. Cuando existe la certeza de que cualquiera de sus palabras puede ser utilizada de forma tan torpe como ha sucedido con su reciente mensaje sobre la lucha contra el sida en África, o ser interpretada de forma desenfocada, como sucedió con su discurso en Ratisbona, es difícil imaginar un escenario más delicado para la diplomacia vaticana que el que estos días pisa el Papa.
Pese a todo, Benedicto XVI, igual que hizo su antecesor, Juan Pablo II, no podía ignorar esta parte del mundo, donde nació el Cristianismo y en la que el factor religioso es determinante para casi todos los aspectos de la sociedad. Para empezar, para los miles de cristianos que todavía viven en Tierra Santa y que son un testimonio conmovedor para el resto de los creyentes, que a menudo ignoran el inmenso sacrificio que significa seguir guardando sus convicciones religiosas y la tradición de sus antepasados a pesar de haberse convertido en una minoría insignificante en un entorno hostil. La presencia de cristianos en Oriente Medio no ha sido siempre bien valorada en la medida de su contribución al progreso de los países donde se encuentran, y no es de extrañar que en las últimas décadas su número no haya dejado de disminuir.
Además de a este sector cristiano de la población, Benedicto XVI se dirigirá, naturalmente, a los musulmanes y a los judíos, y lo hará en los dos casos mostrándose atento sobre todo a sus sufrimientos, a esos momentos de la historia que han marcado el destino, desde el pasado y el presente, de palestinos e israelíes. Tanto en el museo del Holocausto como en el campo de refugiados palestinos, su presencia constituirá un mensaje de solidaridad y comprensión. Las polémicas que han enturbiado recientemente las relaciones con unos y otros estarán sin duda en el ambiente, pero contra eso no se puede hacer nada más que lo que hace el Papa, que es seguir defendiendo su mensaje de paz y de comprensión, desde una perspectiva cristiana y universal.
Editorial ABC
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