Las recientes declaraciones de Bibiana Aído, con las que esta “científica del fandango”creyó justificar el aborto hasta la decimocuarta semana de gestación, desenmascara con crudeza la madeja de mentiras y manipulaciones del abortismo. La pobre Bibí es la que pone el rostro, pero no es el cerebro, porque ni para eso tiene talla.
El responsable es Zapatero y, detrás, el lobby abortista. Resulta patético que con tal ignorancia y simplismo mental una indocumentada, peón ideológico del amo, pueda ser ministra del Gobierno en España.Decir que el ser concebido por un hombre y una mujer es un “ser vivo” pero “no es un ser humano” es sandez opuesta a las certidumbres de la biología molecular, a la genética y a la embriología humanas.Y ese anómalo ser vivo, concebido por padre y madre humanos, ¿a qué especie pertenece? ¿A ninguna? ¿Qué autoridad política -quizás Bibiana o Zapatero- es la competente para atribuirle condición humana, a partir de cuándo, en virtud de qué poder? ¿Aceptaremos que sea el poder político quien dice qué vivo es humano y cuál, pese a estar vivo, no lo es? ¿La Bibí Aído o el Zapatero de turno concederán tal honor a todos los veteranos de 14 semanas o “seleccionarán” a unos y se lo negarán a otros, por ejemplo, a los que padecen alguna enfermedad?
O sea que unos vivos podrán ser humanos y otros no, según digan los políticos, lo que significa un retorno al racismo, esta vez un “racismo prenatal”, en cuya virtud -como ocurriera con los negros esclavos frente a los blancos- unos vivos no tienen dignidad ni derechos en contraposición a otros que los tienen completos. Y a ese nuevo racismo discriminatorio -el prenatal- la ministra de Igualdad -menudo sarcasmo- le presta justificación, sin caer en cuenta en la escandalosa contradicción con las funciones de su ministerio.
Con razón la llaman la ministra de Igual Da. Decir que uno se convierte en humano en el momento en que podría ser viable fuera del útero materno es otra sandez intelectual, contraria a la experiencia y a la ciencia, porque ningún bebé humano puede subsistir sin cuidados incluyendo algunos años posteriores a su nacimiento. El ser humano es el que necesita más años de cuidados y educación hasta alcanzar la edad adulta. Y, además, ¿qué es la madurez? ¿Cuándo se adquiere? ¿Es un título que nos definirá y concederá el Estado? Y ¿qué pasa cuando cualquiera de nosotros sufre una dependencia y necesita de los demás, empezando por sus más allegados, para sobrevivir? ¿Ha dejado, entonces, de ser humano?
Sin embargo, lo más grave de la contradicciones de la Aído no es su ignorancia, su simplonería argumental, su malicioso prejuicio ideológico, su desfachatez. En la España que vivimos, estos defectos parecen requisitos de algunos para ser ministros. Hay ejemplos en varios ramos de la Administración. Lo más grave es la coartada. A estos abortistas no les interesa la verdad. La niegan, la ocultan, la manipulan sin límite de malicia. La coartada es evidente: si se niega la condición humana al concebido, entonces no hay “homicidio” cuando se le quita la vida. Está vivo, pero no es humano. Podemos quitarle la vida, sin matar a ningún humano. Milagros de la ideología. Es así de burdo, como “muerto el perro se acabó la rabia”.
De la misma forma que el abortismo tiene que ocultar al concebido -negando a su vida, o evitando en las argumentaciones mencionarlo, los partidarios de la vida consideran que el núcleo de la cuestión está en focalizar la vida humana del concebido, su dignidad humana, su derecho a vivir en libertad e igualdad “todo el resto de su vida hasta su muerte natural”. Hagan la prueba. Verán cómo en los argumentos abortistas se habla de todo menos de la vida humana del concebido.
La coartada para matarle impunemente contiene dos cánceres -en realidad dos cloacas tenebrosas- para una sociedad. El primero es la renuncia a la verdad y la opción por la manipulación, la impostura y la falsedad. Esta opción por la mentira no queda limitada al origen de la vida -lo que de suyo es nuclear-, sino que corroe la salud ética y jurídica de la sociedad en muchos otros terrenos, porque destruye la conciencia de las personas concretas, como padres y madres, familias, ciudadanos. Es gravísimo -en realidad una corrupción de los menores, de las responsabilidades educativas de los padres, y de las relaciones de confianza y ayuda propias de la intimidad familiar- que se promueva el aborto de las adolescentes de espaldas al conocimiento y permiso de sus padres. Se trata de un nuevo intento de cortocircuitar a los hijos con sus padres, promoviendo en dicho vacío la presencia del Estado y los servicios públicos de sanidad y asistencia.
El retorno del dirigismo y estatalismo marxista, que obliga a creer -contra toda experiencia- que el Estado y sus servicios aman y velan más por los menores que sus propios padres. Cuando se borra la verdad y las obligaciones con ella, la consecuencia es que todo vale a quien más puede. Padrecito Estado en el nuevo hormiguero.
Una última referencia a un grupo de argumentos que estos días difunden algunos -dicen- en nombre del realismo social. El centro de su defensa de la ley abortista es que la praxis del aborto es un hecho social, que siempre hubo abortos y que siempre los habrá. Luego hay que regularlos para que las mujeres puedan practicarlos sin riesgos. De nuevo, como podrán constatar, que hay un ser humano vivo se tapa por completo.
Lo unico que importa es la “necesidad social”. Nueva coartada para matar impune, esta vez casi como “un bien social ante un hecho inmodificable”. Se pueden dar muchas respuestas contundentes a esta nueva trágala. Cualquiera sabe que hay innumerables hechos -imprudencias de tráfico, evasiones de impuestos, hurtos y robos, maltrato a mujeres, homicidios y asesinatos, prevaricaciones y cohechos, etc.- y, sin embargo, el Estado procura disminuir su número y, entre tanto, los reprime y castiga. Tiene muy claro que no nos va a promover la defraudación fiscal, ni nos va a perdonar una multa por exceso de velocidad o mal aparcamiento. Menudos son en no tolerar que se infrinja lo que importa al poder político.
Pues con mayor razón en caso de aborto. También la sociedad que induce a esta tragedia, eduquen de veras la sexualidad de los jóvenes, ayuden a las madres en riesgo, protejan la vida de sus concebidos con ayudas y facilitando adopciones. En suma, cambiemos lo que haga falta para ser congruentes con la dignidad de la vida humana concebida. Pero no nos vengan con nuevas hipocresías, ni coartadas para justificar lo injustificable, que es matar la vida inocente e indefensaporque “se ha convertido en carga no deseada”. Al menos, reconozcan la verdad, mentirosos.
www.albadigital.es (Editorial - 23/05/2009)
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