No deseo ser cruel, pero no puedo apartar de mi una convicción que ha ido creciendo con el paso de los años, la de que el proceso por los atentados del 11-M va a pasar a la Historia mundial de la chapuza o del crimen de Estado encubierto. Es verdad -y no es pequeña verdad- que la sentencia de la Audiencia Nacional dejó de manifiesto la falsedad de una «versión oficial» que insistía machaconamente en que los atentados habían tenido lugar como respuesta islámica al apoyo del Gobierno de Aznar a la intervención en Irak. Es verdad que la misma sentencia dejó fuera de duda que la inmensa mayoría de los acusados podían ser delincuentes de poca monta, pero nada tenían que ver con la matanza. Es verdad incluso que la citada resolución ya nos aclaraba que seguíamos sin tener ni idea de quién podía ser el «autor intelectual» del mayor atentado terrorista de la Historia de España.
Sin embargo, con todo y con eso, las preguntas sin respuesta - a cinco años de distancia- son para que no nos podamos permitir un respiro. Todavía ignoramos quiénes colocaron las bombas, todavía ignoramos cómo se llevaron a las estaciones, todavía ignoramos cómo se fabricaron los artefactos, todavía ignoramos quién los montó y todavía ignoramos quién planeó y dio la orden. Hasta hace unas horas, incluso no sabíamos cuál había sido el explosivo utilizado porque la sentencia había llegado por el artículo treinta y tres a la conclusión de que era Goma2-ECO y el que no se lo quisiera creer tenía únicamente el camino de reventar. Y cuando estábamos en medio de ese océano de negrura, miren ustedes por donde aparece un informe del perito Antonio Iglesias que, a lo largo de medio millar largo de páginas, pone de manifiesto que el explosivo utilizado por los terroristas del 11-M fue Titadyn.
El dato no se conoció durante el juicio porque el material fue pasado por alto. Sin embargo, al cabo del tiempo, Iglesias, en compañía de otros peritos y por espacio de un año, analizó una muestra que consistía en 3,5 gramos de polvo de extintor de color rojizo recogidos junto a uno de los vagones. La muestra en cuestión era óptima porque no sólo actuó como absorbente de las sustancias que estallaron, sino que además fue la única que los Tedax no lavaron en sus análisis iniciales. La muestra -dicho ha quedado arriba- señala que el explosivo del 11-M fue Titadyn, un Titadyn semejante al que se le incautó a ETA apenas dos semanas antes de la matanza en la furgoneta interceptada en Cañaveras. Y ahora cualquiera puede especular como le parezca. Dado que lo único seguro es que Al-Qaida no fue la responsable de los asesinatos y que éstos pretendían desplazar al PP de la Moncloa, el abanico de posibilidades resulta ciertamente considerable.
No seré yo el que se dedique a especular. Sin embargo, estoy convencido de que mientras exista una prensa libre y unos ciudadanos dispuestos a que no se olvide la matanza, existirá también una esperanza mínima de que, paso a paso, se vaya avanzando en el camino que concluye llevando a los terroristas ante la justicia para recibir su más que merecido castigo. Y es que si algún día los medios se rinden o los ciudadanos se olvidan, el 11-M quedará impune.
César Vidal
www.larazon.es
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