quarta-feira, 13 de maio de 2009

El Papa y las sectas

Espero que la secta me perdone el atrevimiento de expresar mi convicción de que el Papa Benedicto XVI ha acudido a Tierra Santa con buena fe. Cuando hablo de la secta no me refiero a los ultraortodoxos judíos, para los que son herejes la inmensa mayoría de sus compatriotas, reniegan del Estado de Israel aunque vivan de sus dádivas y desprecian al resto del mundo. Tampoco pienso en los islamistas, que consideran que todo cristiano que se acerca por aquellos pagos es una reencarnación de Godofredo de Bouillon, dispuesto a montar una nueva cruzada. O un agente de los intereses del Gran Satán y del «Ente Sionista», con aviesos propósitos de corromper a sus mártires potenciales con la revista Hustler y una petaca de Johnnie Walter. O, aun peor, con conversiones a la fe de Roma.

Hablo de la secta que tenemos aquí en Occidente, más obsesionada con el Papa que la mayoría de los creyentes católicos. Sus militantes, devotos de la fobia antirreligiosa, afectos a toda la idolatría y al pensamiento único del izquierdismo, abominan del Papa de Roma más que Enrique VIII. Ahora dicen que Ratzinger es especialmente reaccionario. Del Papa Wojtyla decían todo tipo de pestes. En todo caso le prestan más atención al Papa que «L´Osservatore Romano». Y liderados por sus teólogos de cabecera, le dan muchísimos consejos al Pontífice sobre cómo modificar la Iglesia y sus reglas. Consejo de enemigo. Esta secta considera un fiasco la visita del Papa a Tierra Santa. Precisamente esto me induce a una inmersión llena de interés en los contenidos reales de este viaje tan complejo y difícil, en el que, más allá de la política, se dirimen cuestiones de teología y confrontación cultural que pueden tener una repercusión insospechada en nuestro futuro.

Hermann Tertsch
www.abc.es

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