El Partido Socialista ha caído en su propia trampa, la trama de lo radical. La proposición no de ley con la que se pretende reprobar en el Congreso de los Diputados al Papa Benedicto XVI, tal y como circuló por la Mesa, puede convertirse en un caso de libro para los psiquiatras de las patologías políticas. |
A estas alturas del año, con una crisis económica que está generando tanto paro en España como en la época en la que Hitler conquistó el poder; en un momento en el que se prepara, en las cocinas de las políticas sociales, una ley del aborto libre que indudablemente sacará a los católicos y a los defensores de la vida de sus casillas y a la calle; en una circunstancia en la que la Alianza triangular de las Civilizaciones y de la cavilaciones se va a sustanciar en una reforma de la ley de libertad religiosa que seguro deparará más de una sorpresa; cuando las vías de la relación entre la Iglesia y el Gobierno habían quedado expeditas desde la reciente visita del cardenal Bertone a España y con los oficios de un embajador de micrófono y entrevista en El País... Ahora, los socios en el gobierno de Cataluña de los socialistas del progreso ponen encima de la mesa de la soberanía nacional un texto de reprobación de quien es, lo quieran o no los de siempre, los que han radicalizado la historia, la máxima autoridad ética mundial. Ojo, el Papa Benedicto XVI no es Bush, no se equivoquen.
Es posible que los representantes de izquierda catalana verde piensen que las logias de obediencia francesa, Hans Küng, Obama o Fidel Castro son los representantes más eximios de la ética mundial. Todo es posible para esa atávica causa. Más que posible es probable, dado que no tienen ni el más mínimo reparo en presentar un escrito en el que, utilizando ilegítimamente un foro (podíamos denominar, sagrado para el sistema democrático) pretender cercenar la libertad de expresión de quien es el máximo líder de la Iglesia Católica. La libertad de expresión y la libertad religiosa van siempre de la mano.
No necesitamos más argumentos procedentes de la historia: quienes no han creído nunca en la libertad, ni han respetado aquellos ámbitos que utilizan para imponer su concepción totalitaria de la vida, y de las relaciones políticas, ahora no van a cejar en su empeño. Lo curioso de este asunto, que se sustancia en una machada más que no llega ni a intelectual, es que van a obligar al Partido Socialista a tomar una actitud ante el caso y la causa. Una vez por mí, y otra por ti. Unas veces el PSOE utiliza a los radicales de izquierda; otras, al revés. Veremos cómo, mientras la vicepresidenta del Gobierno y el portavoz en el Congreso del PSOE dicen que con ellos no va la propuesta, las bases sociales y radicales se lanzan a aprovechar la marea negra y a pedir coherencia. Cuando se produjo la manipulación mundial de las palabras del Papa en su viaje a África sobre los principios de lucha contra el SIDA, la ministra de turno anunció el envío urgente de no se sabe cuántos miles de preservativos para apoyar el clamor mundial de los proletarios de la indignidad.
Al PSOE le va a costar cara esta propuesta como no la resuelva por la vía de apremio y haga borrón y cuenta nueva en el calendario de iniciativas de los grupos minoritarios. El partido de Zapatero no debe olvidar cuál fue la respuesta de la Santa Sede al primer acto de esta tragicomedia de la política europea: la dura, en tiempo y forma, contestación a la Asamblea Belga, en la que se recordaba lo que dijo el Papa en el avión –palabras que luego han sido ratificadas por destacados investigadores del SIDA– y un giro argumental en el que se sostenía que el Vaticano tomaba nota, con pesar, de ese paso inusual en las relaciones diplomáticas y deploraba que un parlamento haya creído oportuno criticar al Papa "sobre la base de un extracto de entrevista truncado y aislado de su contexto, que ha sido utilizado por algunos grupos con un claro intento intimidatorio, casi para disuadir al Papa de expresarse sobre algunos temas, cuya relevancia moral es obvia, y de enseñar la doctrina de la Iglesia". Si el PSOE permitiera un paso más en este desatino, sería cómplice de una estrategia intimidatoria destinada a callar a la Iglesia, al Papa, a los obispos y a cualquier fiel cristiano que se atreva a desafiar al pensamiento imperado por la inteligencia social. Y del PP, ¿qué vamos a decir? ¿No hay nadie que ponga orden y concierto... al menos en esto? Un hecho, por cierto, que molesta bastante a gran parte de su electorado, con perdón del sociólogo Arriola.
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