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Cuenta la leyenda que el dios Júpiter abandonó a su esposa, la mortal Tíria, al enamorarse de Tarragona. No es más que una fábula, sin embargo, al poner un pie en la ciudad, no parece extraño entender el porqué. Digna heredera de la Tarraco imperial en la que residió el mismísimo emperador Augusto, a orillas del Mediterráneo, la ciudad actual conjuga con maestría su legado de romanidad y sus ancestros medievales con joyas modernistas y playas de fina arena dorada.
La ciudad catalana es un filón para los amantes de la historia. Pasear por sus calles es como trasladarse al siglo I a. C., no en vano el conjunto arqueológico romano que pervive fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000.
Los tesoros con los que se topará el viajero en su recorrido por la villa son muchos y muy bien conservados. Ejemplo de ello son los mil metros de antigua muralla romana que cercan el casco antiguo. El circo, donde se celebraban las vibrantes carreras de cuádrigas, o el anfiteatro, escenario de espectáculos populares como las luchas entre gladiadores y fieras salvajes, son algunas de las paradas obligadas por la ciudad. Fuera de la urbe, merece la pena acercarse hasta el acueducto romano –también conocido como puente del Diablo– y contemplar los más de 200 metros de ingeniería que aún se conservan.
Así, sin prisas, como si de un auténtico museo al aire libre se tratase, Tarragona invita al viajero a «patearla» con calma, disfrutando al máximo de la huella del pasado que sigue latente en cada esquina.
Acción en la arena
Pero hay una cita ineludible para todo aquel que quiera trasladarse, por unos días, a la Hispania de hace dos mil años. El Festival Internacional Tarraco Viva es una oportunidad única que cada primavera permite a propios y extraños revivir, en un tono lúdico, lo que un día fue la ciudad.
Tras rememorar el pasado, el recorrido por la capital catalana debe continuar por la cara más moderna de la ciudad. La Casa Castellarnau, de principios del siglo XV, o el Teatro Metropol, construido en 1908 por un discípulo de Gaudí, son algunas de las visitas ineludibles.
Y, ¿qué mejor modo de poner fin al viaje que descansar del ajetreo bajo el sol? De eso Tarragona bien sabe, pues presume de alguna de las playas más bellas de la Costa Dorada. El Miracle, en pleno centro de la ciudad, permite disfrutar del intenso azul del mar sin perder de vista, al fondo, la estampa de piedra del pasado más glorioso de la villa.
Cómo llegar. Tarragona está a 82 kilómetros del aeropuerto de El Prat y a 7 del de Reus.
Qué comer. Imprescindible llevarse a la boca el romesco, una salsa espesa a base de frutos secos, como almendras y avellanas, que acompaña al rape, la lubina o las cigalas. El calçot, cebolla tierna asada sobre una base de sarmientos, resulta ideal acompañado de romesco.
Más información. En el Patronato Municipal de Turismo y www.tarragonaturisme.cat
R. Bonilla - Tarragona
www.larazon.es
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