segunda-feira, 16 de agosto de 2010

Casa de Córdoba en Casablanca

Los promotores de la construcción de una mezquita y centro cultural junto a la zona donde se cometieron los atentados del 11-S justifican su iniciativa en la tolerancia y el acercamiento cultural entre el islam y occidente. El presidente Obama, además, recuerda que todo el mundo tiene derecho a practicar su religión sin discriminaciones. Argumentos muy razonables, pero que, por su misma bondad, no deberían limitar la iniciativa a Nueva York, sino hacerla universal y extenderla, sin discriminaciones, a todos los países musulmanes.

Los promotores del proyecto lo denominan «Cordoba House» en evocación de los valores de tolerancia que esta ciudad representa. Es de imaginar que la tolerancia que impera en la actual urbe española, y no en la del antiguo Califato sobre la que habría mucho que discutir. Así que, para ser exactos y respetuosos con el lenguaje, el lugar tendría que llamarse la «Casa de Córdoba» y difundir los valores de tolerancia y respeto a todas las religiones —la cristiana incluida— desde Nueva York a Casablanca, desde Granada a Ryad, Kabul o El Cairo.

Quienes en España estamos a favor de la construcción de una Casa de Córdoba en Nueva York, por coherencia, deberíamos movilizarnos para promover un centro cultural idéntico en Casablanca, Rabat y Marraquesh, donde musulmanes y cristianos tengan derecho a rezar y difundir los valores de su religión y cultura en tolerancia mutua. Un gobierno como el nuestro, que tanto habla del diálogo de civilizaciones, está en la obligación de promover la construcción de una Casa de Córdoba, que defienda la tolerancia sin discriminaciones, en todas las capitales del islam. Así, el día en que nuestro ministro de Exteriores inaugure una flamante Casa de Córdoba en Casablanca nos convenceremos de que el diálogo de civilizaciones es una iniciativa pragmática a la par que idealista y no mera rapsodia metapolítica.

No es la imitación del discurso visceral y negativo, identitario e integrista que tanto ha proliferado desde el 11-S el que defiende nuestra civilización. No es la abdicación de las libertades por las que tanto pelearon nuestros mayores. No es la guerra de civilizaciones ni la verborrea vacía de contenido. Es la defensa coherente de la Casa de Córdoba en Casablanca, Ryad o Damasco.

Alberto Sotillo

www.abc.es

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