segunda-feira, 30 de agosto de 2010

El tonto invento del correo electrónico

El correo electrónico se inventó en los años 60, en los primeros ordenadores que contaban con un sistema operativo que permitía el uso compartido. En estas computadoras, te conectabas con un terminal y parecías tener a tu disposición un ordenador completo, pero en realidad era una simulación; había un buen número de personas haciendo lo mismo que tú.


En cualquier caso, aquellos sistemas de mensajes eran más bien limitadillos, porque sólo podías enviarlos a otros usuarios de la misma computadora. Tenían su utilidad en cualquier caso, de modo que todos los sistemas contaban con uno. Pero a nadie se le había ocurrido ampliarlos para enviar mensajes a otros ordenadores. La razón era evidente: no había redes que los conectaran unos a otros.

Pero entonces llegó Arpanet, de modo que no hubo que esperar mucho para que a alguien se le ocurriera. Fue un ingeniero de BBN, la pequeña consultora que se encargó de construir la red, llamado Ray Tomlinson a quien se le encendió la bombilla. Estaba trabajando a finales de 1971 con un programa para transferir ficheros entre ordenadores de la red llamado Cpynet además de mejorar el programa que dejaba mensajes electrónicos a usuarios del mismo ordenador, cuando se le ocurrió juntarlos. Al fin y al cabo, un mensaje no deja de ser un fichero.

Técnicamente aquello era una chorrada. El programa de mensajería detectaba que el usuario no era de la misma máquina y usaba Cpynet para enviarlo a otro ordenador. Este otro ordenador lo recibía y lo trataba como si fuera un mensaje interno, dejándolo en el buzón del interesado. Pero muchos grandes inventos no son grandes avances técnicos. Tomlinson ni siquiera se acuerda de cuál fue el primer mensaje que surcó la red porque eran envíos de prueba, hechos entre dos ordenadores PDP-10 situados físicamente uno junto a otro pero conectados sólo a través de Arpanet. Piensa que seguramente sería algo así como "QWERTYUIOP". Pero que ni idea, oigan.

Quizá la decisión más duradera de Tomlinson fue la de usar la arroba para separar el nombre del usuario del nombre de la máquina a la que debía enviarse. Y no es que se lo pensara mucho: simplemente revisó el teclado, vio la @ ahí y pensó: "Bueno, esto no se usa para nada más, así que ya está". Lo cual no era del todo cierto, pues un sistema operativo relativamente popular entonces, Multics, lo empleaba para borrar la línea que se estaba escribiendo, así que los usuarios del mismo intentaban escribir pepito@maquinita y al llegar a la arroba desaparecía todo lo que habían escrito antes, dejándolo sólo en "maquinita". Pero claro, Tomlinson no usaba Multics.

El invento, no obstante, no se extendió mucho hasta el verano siguiente. Mientras se escribía la definición final del protocolo de transferencia de ficheros, el FTP, alguien que conocía el trabajo de Tomlinson sugirió incluirlo en la especificación. Y así se hizo, de modo que los programas para enviar mensajes comenzaron a popularizarse hasta el punto de que en 1973 un estudio indicó que el 75% de todo el tráfico de Arpanet eran correos electrónicos. Por fin le habían encontrado un uso a la red.

Uno de los mayores usuarios de la red era el jefazo de ARPA por aquel entonces, Stephen Lukasik, quien incluso se llevaba un ordenador portable –me niego a llamarlo portátil– fabricado por Texas Instruments con el que podía conectarse y descargar su correo. Aquel amor por la red le vino muy bien a Arpanet, proyecto que vio casi duplicado su presupuesto. Un día se quejó a Larry Roberts, el principal responsable de la creación de la red, de lo incómodo que resultaba el manejo del email y éste regresó al día siguiente con un programa que había hecho en un día y que permitía seleccionar grupos de mensajes, archivarlos, borrarlos, etc. Había nacido el primer gestor de correo. Se llamaba RD. Pronto fue mejorado y finalmente uno llamado MSG se convirtió en algo que podría llamarse estándar de facto. ¿Por qué? Porque su creador, John Vittal, había tenido una idea feliz: un comando para contestar a un mensaje, sin necesidad de volver a teclear su dirección y cometer el riesgo de equivocarte.

Con el uso cada vez más extendido del correo electrónico y la infinidad de programas que aparecieron para gestionarlo, algunos de ellos incompatibles entre sí, había que poner orden. El 7 de junio de 1975 se creó la primera lista de correo para tratar estos temas: Message Services Group, que con esa tendencia a acortar nombres tan propia del gremio sería más conocido como MsgGroup. No fue la única lista ni la más popular, honor reservado a la dedicada a los aficionados a la ciencia ficción, pero sí la que más importancia tuvo y donde tuvieron lugar las primeras flame wars, o peleas a cara de perro vía mensajería electrónica.

La primera discusión importante, que hizo correr ríos de bits, fue, lo crean o no, sobre las cabeceras de los mensajes. Cuando se envía un correo electrónico, además del mensaje, se manda una serie de líneas de texto llamadas cabeceras. Las más conocidas y útiles son el asunto del mensaje, el emisor y el o los receptores. Pero hay muchísimas más, como se puede comprobar si se lee el código fuente del mensaje. Al principio los lectores mostraban todas, y algunos programas de envío mandaban cosas tan esotéricas como la fase de la luna en el momento de escribir el mensaje y cosas así, por lo que muchos querían imponer unos límites, mientras otros lo consideraban poco menos que un asalto contra la libertad de expresión.

Tanto era así que como MsgGroup era una lista moderada, y los mensajes más agresivos no pasaban el filtro, se montó otra sin censura llamada Header People cuyos miembros, según dijo uno en su momento, se ponían calzoncillos de amianto para poder participar en ella. Así somos a veces los informáticos, puristas hasta la náusea con las mayores tonterías. El problema finalmente se resolvió señalando unas pocas cabeceras obligatorias e indicando que las demás podían ser ocultadas al leer los mensajes; vamos, como estamos ahora.

Con el tiempo, a finales de los 70, se propondría el uso de emoticonos, esas caras sonrientes y guiños hechos con paréntesis y guiones, para evitar malentendidos y que algunas cosas que decimos en los mensajes se tomen demasiado en serio. Incluso se hizo una guía de "netiqueta", en la que ya se advertía que escribir en mayúsculas era equivalente a gritar y que convenía evitarlo. El correo electrónico fue lo que convirtió Arpanet en un éxito, y llevaría a la creación de otras redes y, finalmente, de internet. A la web todavía le faltaban unos cuantos años para dar sus primeros pasitos.

Daniel Rodríguez Herrera

http://agosto.libertaddigital.com

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