segunda-feira, 11 de outubro de 2010

Los artículos de Pío Moa sobre el 11-M (II)

En el segundo de los artículos sobre el 11-M, "Conspiranoicos y conspiranoicos al revés", hace Moa una acertada reflexión sobre la naturaleza de las teorías conspiratorias (tan parecidas a la paranoia en su invulnerabilidad al razonamiento lógico). De nuevo, me permito añadir un apunte a las reflexiones del autor. Dice él que la conspiranoia "no funciona a partir de datos falsos. Es al revés, parte de principios falsos en los que encaja como sea los datos. Por eso es imposible rebatirles sobre esa base".

En efecto, eso es así. En el caso del 11-S, por ejemplo, el razonamiento no es "en vista de tales y tales pruebas, concluimos que el 11-S es un autoatentado de los Estados Unidos", sino justo el contrario: se parte del axioma de que el 11-S es un autoatentado y se interpreta, filtra y deforma la realidad para adecuarla al axioma.

Pero, además, las teorías conspiratorias también suelen inventarse datos falsos para apuntalar la falacia. En el caso de los atentados de Nueva York, tenemos algunos ejemplos clamorosos, como la mamarrachada de que no había judíos trabajando en las torres gemelas el día del ataque, mentira que se pone en circulación una vez y que a partir de aquel momento es imposible de erradicar, porque se propaga incansablemente de una página web a otra, todas las cuales remiten "como demostración" a otras páginas web que previamente se han hecho eco del bulo. De nada sirve que le repitas al conspiranoico que eso es falso, porque la mentira encaja tan bien con el axioma de partida que el conspiranoico no renunciará a ella aunque reconozca que carece de ningún dato objetivo para sostenerla.

Continúa Pío Moa su artículo analizando la otra cara de la moneda: la del 11-M. En el caso de los atentados de Madrid, nos encontramos con el curioso espectáculo de que los papeles están invertidos: la versión oficial es un perfecto ejemplo de teoría conspiratoria, donde se parte del axioma de que el atentado fue obra de Al Qaeda y se retuerce la realidad para encajarla en esa idiotez. De nada sirve que señales a las pruebas y digas que la conspiranoia islamista carece de coherencia interna (ejemplo: confidentes policiales de religión católica colaborando con islamistas antioccidentales) , de nada sirve que pongas sobre la mesa la demostración clamorosa y videográfica de que hay pruebas falsificadas (ejemplo: el libro de caja de los hindúes), de nada sirve que señales que la teoría conspiratoria islamista ni siquiera es completa (ejemplo: carencia de un relato detallado de los hechos)... Todo eso no sirve para nada, porque al defensor de la versión oficial, como buen conspiranoico, las pruebas solo le interesan en tanto puedan apuntalar el axioma de partida.

Comenta Moa que, enfrentados a las pruebas, los defensores de la conspiranoia oficial del 11-M sólo saben responder con argumentos que eluden las pruebas cuidadosamente y que pretenden simplemente descalificar o ridiculizar los razonamientos lógicos que demuestran que la versión oficial del 11-M es falsa.

Uno de esos "argumentos" descalificadores es el que ya Rubalcaba pariera durante la Comisión de investigación del 11-M: "Pero venga tíos, ¿no es duro de creer que tantísima gente participe de un secreto tan tremendo y no diga nada? ¿Es que la policía, los servicios secretos, la oposición, el PP, los jueces, los peritos, los empleados de RENFE y otras agencias donde hay cámaras, todos, todos, van a estar metidos en el ajo de asesinar a 200 inocentes o de callar lo que saben? Así que toda esa masa de gente tendría que saber lo que pasó y callar o estar metida en el ajo para que no podamos dudar de la versión oficial."

El argumento es falaz, por supuesto, pero no por ello menos repetido. Es falaz porque parte de la suposición de que hay miles de personas que "saben la verdad del 11-M", cuando evidentemente no es así. La inmensísima mayoría de las personas que tuvieron alguna relación con las investigaciones conocen sólo una pequeñísima parte de la verdad: aquello que ellos vivieron en primera persona. Y en la gran mayoría de los casos, ni siquiera son conscientes de la importancia que puede tener su propia experiencia personal. No entraré en detalles para no comprometer a ciertas personas, pero son muchas las ocasiones en que datos de extraordinaria importancia nos son comunicados en el curso de una conversación con algún informador, sin que éste sea consciente ni siquiera de hasta qué punto ha aportado una pieza fundamental del puzle. Detalles que a la propia persona que vivió los hechos le parecen nimios, pueden tener, cuando se los pone en contexto, cuando se los relaciona con otros "detalles nimios", una importancia crucial.

Dicho esto, existen, por supuesto, decenas (no centenares, ni miles, sino decenas) de personas que conocen partes significativas de la verdad. Y que callan, sí. La mayoría por interés de uno u otro tipo; muchos otros, por miedo. Y no hablo a humo de pajas. Podría citar algunos ejemplos siniestros.

Finaliza Moa el artículo señalando otro de los "argumentos" a los que el conspiranoico oficial recurre: "Es que ustedes quieren involucrar a toda costa al Partido Socialista". Aunque Moa no lo cita, este "argumento" recuerda enormemente a la principal letanía a la que los defensores de la versión oficial recurren: "Es que ustedes están empeñados en meter a ETA a toda costa en el 11-M".

Por supuesto, a ambas tonterías se las podría responder de manera muy sencilla y racional: "¿Y qué si fuera así? Mientras nos ciñamos a las pruebas, el hecho de que yo me decante por tal o cual responsable o el hecho de que tú te decantes porque fue Al Qaeda son irrelevantes. Ya las pruebas nos desmentirán a ti o a mí. O a ambos. Pero vamos a investigar las pruebas juntos".

Sin embargo, esas consignas tienen tal valor propagandístico que una respuesta racional como esa no sirve para nada. A esas consignas es preciso responder con la realidad: "Lo que yo opino es que, con toda probabilidad, ni fue ETA, ni fue Al Qaeda, porque el 11-M no fue un atentado terrorista, sino un golpe de estado puro y duro. Y no fue un golpe de estado "del PSOE" o "del PP", sino que todo apunta a un golpe ejecutado desde las cloacas de nuestros propios servicios de información. Cloacas cuya forma de actuación no puede analizarse en términos de partidos, porque operan de manera transversal".

Luis del Pino

http://blogs.libertaddigital.com/enigmas-del-11-m

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