Las gentes de Zapatero son más planas culturalmente que las que tuvo González. Una prueba de ello es su comportamiento ante la tragedia de Haití. ¿No habrían sido más imaginativos Fernando Morán o Jorge Semprún que Moratinos y González Sinde? Los Suso de Toro y Almodóvar que se comprometieron con el «Prestige» y el 11 de Marzo se mantienen ajenos a la catástrofe de Haití.
Porque no basta la solidaridad económica ante una tragedia esa. ¿No deben sentirse concernidas nuestras concepciones del mundo y, en este caso, las relativas a Latinoamérica? El mismo día del terremoto releí «El reino de este mundo» de Carpentier. Mientras me llegaban las imágenes de Puerto Príncipe no podía dejar de replantearme la categoría de lo «real maravilloso» con la que jugó en su día el novelista cubano y luego sus sucesores del «boom», incluido García Márquez.
Es muy complicado hacer compatible la concepción de Carpentier y la miseria del país, sobre todo en estas circunstancias pavorosas. ¿Cómo cohonestar el castigo de la Naturaleza e incluso de la inhumanidad de los seres humanos con el barroquismo esplendoroso de Carpentier? Así que mientras morían en unas horas horas cien mil personas, yo leía a un Carpentier que trataba de rescatar el universo mágico que montó Henri Christophe, la mezcla de los ritos del vudú, los ensueños de libertad de los esclavos, el respeto a la ilustración revolucionaria y todo ello en el escenario de la pujante y embrujadora naturaleza caribeña...
El contraste entre lo considerado «real-maravilloso» y el mero olor a la muerte a uno le da derecho a preguntarse por la condición mitificadora de la literatura. Lo denunció hace dos años Blanco Aguirre en un texto que tuvimos por «demasiado» materialista. En todo caso lo verdaderamente inaguantable es el burocratismo ineficaz de esta clase política y «cultural» que asiste a Zapatero.
César Alonso de los Ríos
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