Por mucho que recen juntos, el presidente de nuestro Gobierno y el de los Estados Unidos se parecen únicamente en lo que dicen.
Barack Obama ataca a los banqueos con idéntico entusiasmo al que José Luis Rodríguez Zapatero despliega para criticar a los ricos; ambos hablan a menudo de no olvidar a los más desfavorecidos en medio de sus crisis económicas; a los dos les gusta enfatizar lo que les preocupa el cambio climático y, tras sufrir algún traspiés en las urnas y en las encuestas, se han mostrado comprensivos con el descontento de sus ciudadanos. Por decirlo así, quienes mandan en Madrid y en Washington utilizan el lenguaje propio del «progre» en sus respectivas capitales.
Es en el momento de pasar del dicho al hecho cuando Zapatero no se asemeja en nada a Obama, por mucho que a él le gustaría que asi fuera.
El anuncio por parte del norteamericano de haber comprendido el malestar de los votantes demócratas ha sido seguido inmediatamente de la decisión de aplazar todas sus prometidas reformas para dedicarse únicamente a combatir la crisis económica y el paro.
Nada que ver con el empeño de Zapatero en seguir entreteniéndonos con el aborto, los crucifijos y la píldora del día después para no tener que abordar la reforma laboral o la de las pensiones.
Ni, por supuesto, nada más que palabras contra los responsables de entidades financieras españolas que han llevado a estas a la quiebra, mientras Barack Obama pone en marcha drásticas medidas contra quienes no han sabido prever esos riesgos de sus bancos y recortes en su poder para que no vuelva a repetirse un solo caso de mala gestión.
Curri Valenzuela
www.abc.es
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