Me conmueve que la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, invierta su valioso tiempo y nuestro dinero en promover una sexualidad placentera para el bienestar social. La defensa del cibersexo como forma de satisfacción sin riesgo de embarazo es un detalle que no podremos olvidar de ahora en adelante. Ignoro de qué se trata el cibersexo. Me figuro que mantener relaciones íntimas con un ordenador. Ahí tiene toda la razón doña Trini. Dejar embarazado a un ordenador no está al alcance de casi nadie. Se puede copular tranquilamente con él, sin riesgo. Lo he experimentado esta noche y me he llevado una pequeña decepción. No resulta excesivamente placentero. No me pone. Reconozco que he podido equivocarme de pareja. He elegido para mi experiencia un portátil, cuando es posible que la satisfacción placentera la proporcione un ordenador fijo. Sucede que para llevarse un ordenador fijo a la cama, con impresora y todo, es preciso contratar un servicio de mudanzas. Pero no quiero aparecer ante la opinión pública como un egoísta. Si Trinidad Jiménez, que sabe muchísimo de Sanidad, nos ha ofrecido a los españoles la maravilla del cibersexo, será porque ella lo ha probado y el resultado ha sido plenamente satisfactorio. Claro, que el ordenador es masculino, en tanto que lo único que encuentro femenino en mis alrededores es la impresora, y con la impresora poco se puede hacer.
Rompe con este proyecto doña Trinidad su imagen de prohibicionista. Admirable se me antoja su reto de «revisar el rol reproductivo de las mujeres en su nueva estrategia de salud sexual». Años y años lleva la ciudadanía exigiendo la revisión de ese rol. No de un rol cualquiera, sino del rol reproductivo de la mujer. Lo que no termino de entender es que doña Trinidad se empeñe en fomentar el rol reproductivo y su compañera en el Gobierno, doña Bibiana, se empecine en el rol destructor. Reproducir para destruir posteriormente no tiene sentido. Un rol choca con otro rol. Para mí, que doña Trinidad y doña Bibiana harían muy bien en reunirse para centrar los roles de una vez por todas. Tanto un rol como el otro dependen de Sanidad, y ahí doña Trinidad tendría que imponerse a doña Bibiana, nuestra chispeante ministra de Igualdad y profesora de flamenco.
En el documento se lee: «El cibersexo satisface deseos sin riesgo de embarazo o infecciones». Formidable noticia. Espectacular avance. Novedosa esperanza. Ahora que los niños en España empiezan a acostumbrarse a que su padre se llame Manolo y su madre Ramón, o que papá sea Vanesa y mamá Rosa Mari, van a necesitar una nueva readaptación anímica. No otra que aceptar con plena naturalidad que su padre se llame Honorio y su madre IBM, o que su madre responda al nombre de Cristina y su padre de Hewlett-Packard. No se trata de un problema insalvable, pero sí delicado y sujeto a la sensibilidad de cada niño.
En otras ocasiones no he sido en exceso benevolente con doña Trinidad Jiménez, a la que mucho estimo en lo personal. Pero hoy me quito el sombrero, a pesar de recordar que mi experiencia cibersexual ha constituido un fracaso rotundo. No obstante, si la mayoría disfruta de una satisfacción placentera, por mi parte y por motivos de avanzada edad, me callo. Hora es de que los gobernantes conecten con las demandas y los roles de la ciudadanía. Bien, Trini. Gracias.
Alfonso Ussía
www.larazon.es
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