En esta ciudad suceden a veces cosas incalificables, y sobre todo en la Audiencia Nacional. Tal ha sido el caso del juicio al etarra Arnaldo Otegi, a quien siempre hemos tratado con una sensibilidad exquisita, pese a su contumaz activismo. Acusado de enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas, ha conseguido estos días desquiciar a la juez Ángela Murillo, que ya se ha hecho famosa por sus respuestas airadas ante la constante provocación del acusado. Porque el cínico Otegi ora fingía deshidratación, ora se negaba a condenar la violencia; ora hablaba con vocecilla lastimera, ora se reía de todos los presentes.
Pero el absurdismo se desbordó al proyectarse el video del delito, un homenaje de hace ¡cinco años! en honor a otro etarra condenado por asesinato. Como el acto era todo en vasco, el Estado ha tenido que aportar una intérprete de euskera para poder llevar a cabo la vista. Tras perder mucho tiempo discutiendo si la traductora se había equivocado al decir «Liberad a Gatza» en vez de «Libertad para Gatza», se aplazó la sesión para traducir entero el discurso de Otegi. «Es evidente que la sala no ha entendido ni papa», declaró la juez Murillo, que ya tiene un club de fans en Internet. Así estamos en Madrid, «Lost in translation».
Mientras tanto, en Davos tenían que retrasar la cumbre económica porque Zapatero era el único presente que no hablaba inglés y resultó que, vaya por Dios, no funcionaba la interpretación simultánea.
Es lo que hay, es lo de hoy. Mientras se nos va el dinero en traducir arengas terroristas, ZP viaja por el mundo sin entenderse con nadie. Mi querida España, esta España mía, esta España nuestra.
Gabriela Bustelo
www.larazon.es
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