España es un país tan hosco y difícil que los toreros alcanzan su máxima gloria cuando les coge el toro. Éste es un escenario más confortable para los difuntos que para los vivos. Sólo las necrológicas ensalzan y, por supuesto, un mutis tiene más valor que una aparición. Ahí tenemos a Ferrán Adriá al que se le reconoce con entusiasmo el mérito de dejar de hacer lo que venía haciendo en lugar de aplaudirle por su obra cotidiana en lo que afecta a la gastronomía y la gastrosofía. Adriá, todavía cuarentón, quiere purgar los éxitos mundiales que le han convertido en el gran gurú de la cocina actual. Pretende reflexionar y en suma, comprarse un territorio de libertad en el que refundarse para, con ejemplar pretensión de excelencia, llegar a ser mejor de lo que ya es y todos le reconocemos. Nada de explotar el éxito pasado, de lo que trata el genio es de aumentar un éxito futuro de mayor enjundia y más trascendencia.
Mientras José Luis Rodríguez Zapatero redondea su fracaso gubernamental con el limosneo de una foto en Madrid con Barack Obama, la que le quiere arrebatar en Bruselas -no sin razones- Hermann van Rompuy, Mariano Rajoy se consuela escuchándole a Esperanza Aguirre un inquietante y simbólico requiebro: «Mariano, tenemos gran confianza en ti». Teniendo en cuenta que Rajoy no se ha cortado la coleta ni presenta síntomas de ninguna grave enfermedad, las circunstancias que entre nosotros desatan las cataratas del afecto, ¿a qué viene una declaración que, para quienes tenemos memoria, resulta risible y exige, para tomarla en consideración, legitimación, legalización y varias pólizas testimoniales?
Después de siglos de pasar hambre y mantener la dignidad limpiándonos la pechera de las migas de un pan que no habíamos probado, ahora resulta que el mejor cocinero del mundo es uno de los nuestros y que nos ofrece el mérito, reconocido y aplaudido, de dejar de cocinar. En una de esas, Zapatero, Rajoy y cuantos no consiguen abordar las profundas transformaciones, de todo rango y condición, que la Nación precisa y el Estado exige para seguir siéndolo, podrían entregarse al mérito del mutis para darle a otros la posibilidad de hacer lo que ellos, inmovilizados por el temor electorero, ni tan siquiera intentan y plantean. En esta España imposible, en la que tan difícil resulta reparar la grandeza de la miseria, Adriá ejerce de maestro, de lo que ya no queda.
M. Martín Ferrand
www.abc.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário