Dirijo esta columna al presidente del Gobierno de España. La razón es muy sencilla. Tendrá que defender de las ignominias, mentiras y calumnias de un régimen totalitario a un ciudadano español. Si no lo hace, cargue sobre usted toda la vileza de su socialismo y la de su correligionario, en Venezuela, Hugo Chávez. Lea, pues, la siguiente y entenderá, al final, mi solicitud.
Me llama escandalizado Claudio Nazoa, el grandioso humorista venezolano, para advertirme de que nuestro común amigo Laureano Márquez está siendo acosado otra vez por la dictadura de Chávez. La causa de esta persecución no puede ser más humana: la risa. Por hacer reír a los venezolanos, sólo y exclusivamente porque Laureano les hace pasar unos ratos alegres a los esclavizados habitantes de Venezuela, ha sido acusado de los peores delitos. Todo el país está pendiente de estas amenazas. No quiero ni pensar qué podría pasar si a los venezolanos les roban la risa. Pero, aunque cueste creerlo, Chávez propondrá la próxima semana: "Prohibir la risa".
Perseguido, sí, por hacer reír a los venezolanos, Laureano ha tenido que pagar recientemente una sanción injusta, consiguió con la ayuda de sus compañeros, casi todos cómicos y humoristas, reunir una suma significativa de dinero para pagar una multa al fisco que controla Chávez; también por escribir una sencilla misiva pública de carácter jovial a Rosinés, hija menor de Chávez, Laureano fue sancionado con una multa multimillonaria por la dictadura, que nuestro héroe logró pagar con la ayuda de las donaciones anónimas de millones de venezolanos. Nadie soportaba ver en la cárcel al hombre que les daba la risa. La vida. Laureano, a pesar de todo, resiste estoicamente para que sus compatriotas no pierdan la risa.
La cosa ahora, según me informa un consternado Claudio Nazoa, ha ido más lejos. El régimen chavista acusa a Laureano de "incitación al magnicidio". Claudio no cesa de preguntarse: ¿Cómo un medio tan inocente como la risa puede estimular a un delito tan grave?, ¿cómo podemos entender tanta desmesura dictatorial?, en fin, ¿qué podemos esperar de esta dictadura que no sea la sustitución del humor por la oscuridad y el horror? Claudio me despide torpemente por teléfono. Me corta la comunicación. No se consiente ninguna debilidad. Es otro estoico risueño y jovial. No da tregua a la melancolía y al sollozo. Es un vocacional del humor. Jamás se perdonaría a sí mismo no haberme arrancado una sonrisa.
Claudio, en efecto, me corta la comunicación, pero no consigue hacerme imaginar en sus ojos otras lágrimas que no sean las surgidas de las risas felices y liberadora de su inteligencia y maestría. La conversación me hace pensar. Veo con claridad que en Venezuela ya no hay nada, excepto la risa de sus cómicos. La dictadura ha matado cualquier tipo de oposición. A Chávez sólo le resta asesinar la risa. Laureano es su máximo representante. Él solo ha conseguido aunar la crítica que le correspondería a los poderes de la oposición. La risa ha traspasado la comedia de costumbres para cumplir su bendita función pública de denuncia. Ha asumido, como en tiempos de Aristófanes, la crítica del poder. La sátira de Laureano es la única esperanza, la utopía política de los venezolanos. La sátira de Laureano es la imaginación de lo mejor: la libertad.
Lean aquí la sátira de Laureano. Reirán a mandíbula batiente a la par que conseguirán ver la más completa pintura histórica del régimen de Chávez. Por eso, precisamente, el dictador quiere matar el humor que trae la libertad. Se niega a que los venezolanos sean libres a través de la risa. Trata el dictador de superar a Cuba. Pronto, muy pronto, el país más triste del mundo dejará de ser Cuba. Su puesto lo ocupará, por desgracia, la bella Venezuela. La reacción del régimen contra Laureano es brutal. Nunca hasta ahora, sí, hasta la sátira que Laureano ha hecho de Esteban –así conocen popularmente los venezolanos a Chávez: "este bandido que nos gobierna" (Esteban)–, en el periódico Tal Cual, había reaccionado el régimen chavista con tanta furia.
Eso significa algo terrible: Chávez no tiene otra oposición que la risa. Por eso, quiere matarla. Si el miedo falla y llega la risa, como dice un inteligente comentarista de esta noticia, el régimen de Chávez se derrumba. El problema, sin embargo, no sólo lo tendrá Venezuela, sino también España, porque el cómico que ataca los vicios públicos de la república de Venezuela es también español. Español, sí. Entiende, señor Rodríguez Zapatero, porque le decía al comienzo que llegase hasta el final de esta columna. No lo dude, señor presidente del Gobierno, cualquier cosa fea que le sucediera a la risa en Venezuela recaería sobre sus espaldas.
Laureano Márquez, sí, es tan venezolano como español. Por lo tanto, si algo le pasara al Aristófanes venezolano, sepa, señor presidente del Gobierno de España, que usted tendría serias responsabilidades.
Agapito Maestre, Catedrático de Filosofía Política en la Universidad Complutense de Madrid
www.libertaddigital.com
Nenhum comentário:
Postar um comentário