No parece exagerado decir que a Hugo Chávez se le escapa el apoyo a la revolución por el desagüe de sus miserias. No hay democracia sin libertad de prensa -escrita y audiovisual- y eso lo entienden hasta los más leales chavistas, como el hasta hace unas horas vicepresidente de la República Bolivariana y ministro de Defensa, Ramón Carrizález y su mujer y ministra de Medio Ambiente, Yuribí Ortega. La familia que adora unida permanece unida. Y la que renuncia unida, también. Observadores con mejor criterio sostienen que las razones «estrictamente personales» aducidas por el matrimonio para renunciar a sus cargos son exactamento eso: el desencanto personal con el giro totalitario de la revolución bolivariana. Un desencanto que es multitudinario como ayer podía verse en Caracas, Barcelona, Maracaibo, Valencia o Mérida, entre otras localidades significativas del país.
Allende sus fronteras hoy se escenifica la primera gran derrota de Chávez en la región: su peón, Mel Zelaya, abandona Honduras por la puerta de atrás y Porfirio Lobo toma el poder con el pleno reconocimiento del mundo relevante, en el que no están incluidos ni los países del frente bolivariano chavista, ni España, que hace méritos para tener en amplios sectores de la región el mismo peso que el Gobierno de Taiwán.
En el último mes, Hugo Chávez se ha visto forzado a devaluar la moneda venezolana, después impuso primero y más tarde revocó cortes del fluido eléctrico en Caracas, mientras Venezuela padece una recesión, con inflación de dos dígitos y la amenaza bien cierta de un colapso de la red eléctrica nacional. Es decir, un escenario que no está para ir a hacer revoluciones por el mundo, sino para ver cómo consigues que no te la hagan a ti en casa. Pero está en camino.
Ramón Pérez-Maura
www.abc.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário