terça-feira, 11 de agosto de 2009

Colombia contra el chavismo

Anda el bravucón venezolano anunciando una inminente guerra contra su vecino colombiano. La causa, que en siete bases colombianas vayan a establecerse militares estadounidenses para luchar contra el narcotráfico. Un acuerdo positivo para los dos únicos países implicados en él, pues permitirá a Uribe recibir ayuda contra las FARC del Ejército más poderoso del mundo y a Estados Unidos reducir el flujo de droga que llega desde Colombia.

¿Qué derecho tiene Chávez a oponerse a algo así? Evidentemente, ninguno. Se trata de un acuerdo entre dos naciones soberanas referido a sus asuntos internos. De hecho, en esta ocasión sólo los aliados más fieles del gorila rojo se han sumado a sus denuncias. Ni siquiera Lugo en Paraguay o Kirchner en Argentina se han apuntado a la retórica antiamericana de Chávez. Denunciar el "imperialismo" de otras naciones mientras amenaza a un país vecino con la guerra si no le obedece parece, cuando menos, contradictorio; especialmente cuando en nombre del "socialismo del siglo XXI" ha ido colocando a sus peones por toda Hispanoamérica.

Resulta especialmente ridículo que el tirano venezolano acuse a otros de colaborar con Estados Unidos cuando su país es el cuarto mayor abastecedor de petróleo del gigante norteamericano, sin que se tenga noticia hasta el momento de ningún corte de suministro. Si el vecino del norte supone tamaña amenaza para su supervivencia, no se explica que colabore con él alimentándole de petróleo. Pero no hay que buscarle lógica a ninguna de las palabras del tirano venezolano. Son meros adornos destinados a la propaganda.

¿Qué razones reales tiene Chávez, entonces, para oponerse a este acuerdo? Principalmente dos. La primera, meramente práctica, es el objetivo declarado de este acuerdo militar: acabar con el narcotráfico. Venezuela se ha convertido en el principal puerto de salida de la cocaína producida en Colombia, multiplicándose por cuatro en los últimos años el volumen de droga que sale por el país gobernado por Chávez, y no parece que el gorila rojo esté dispuesto a acabar con esta situación, más bien al contrario. Curiosamente, los informes estadounidenses citan España como el principal destino fuera de América de la cocaína, sin que la inacción del Gobierno venezolano parezca haber enturbiado las relaciones entre Zapatero y Chávez.

Pero además existe otra razón para que Chávez amenace a Colombia. Necesita un triunfo, el mayor que pueda conseguir y lo antes posible, después de haber fracasado en su intento de sumar a Honduras dentro de su eje bolivariano, este sí, bastante imperialista. Su derrota en el pequeño país centroamericano ha dejado entrever a sus aliados que Chávez podría no tener fuerza con la que defenderlos si vienen mal dadas. Su proyecto totalitario para Hispanoamérica necesita de una mano firme que apoye a los peones que ha ido colocando en países como Bolivia o Ecuador. Si logra que Uribe ceda, habrá restablecido la confianza. Si no, habrá más reticencias a la hora de sumarse al eje mal llamado bolivariano.

Pero no es de esperar que Uribe ceda. Ni que Chávez se arriesgue a una guerra contra el único país de la zona cuyo Ejército está acostumbrado a combatir. Así pues, probablemente todo quede en nada. Aparentemente, al menos.

Editorial Libertad Digital

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