terça-feira, 25 de agosto de 2009

El caso Stork

Nunca he confiado en las Organizaciones No Gubernamentales. En primera acepción, son entelequias que se ocupan de cosas de las que se supone que deberían ocuparse los gobiernos pero que, por una u otra razón, éstos dejan a un lado. Defienden causas que, al parecer, están por encima—o por debajo— de los Estados y de los partidos políticos. Nadie sabe si habría médicos europeos en África si su reclutamiento dependiera de los gobiernos o, como fue tradición durante cerca de dos siglos, de las iglesias cristianas, aunque la Fundación Vicente Ferrer parece demostrar que sí.

Y arquitectos, e ingenieros, y geólogos sin fronteras. Hay de todo sin fronteras, incluso Payasos Sin Fronteras, que van a actuar a Palestina, por ejemplo.

Hace poco, en La Vanguardia de Barcelona (16/6/2009), Wallace S. Broecker, padre de la expresión "cambio climático", declaraba que "la física básica dice que el planeta se calentará [...] 3,5 grados. La incertidumbre está en saber si esta predicción es correcta, excesiva o se queda corta. No nos podemos permitir el lujo de esperar a que haya pruebas. Tenemos la obligación de prepararnos para hacer frente al problema y si luego no lo hay, guardar lo aprendido (sic)". Personalidades de esa calidad intelectual han regido y rigen ideológicamente en ONGs tan importantes como Greenpeace, "una organización ecologista y pacifista internacional, económica y políticamente independiente, que no acepta donaciones ni presiones de gobiernos, partidos políticos o empresas", pero que cuenta con presupuesto suficiente para permitirse sustituir de forma casi inmediata un barco (el Rainbow Warrior) hundido por la marina francesa en el atolón de Mururoa, escenario de pruebas nucleares de nuestro país vecino.

La lista de ONGs de dudosa financiación es inacabable. Y no hay una sola web que responda con transparencia a la pregunta sobre el origen de sus fondos ni sobre el alcance de sus fondos.

Como Naciones Unidas es en realidad un paraíso para las dictaduras —baste con recordar que China y Rusia son miembros permanentes del Consejo de Seguridad, y que la Comisión de Derechos Humanos fue presidida por Libia—, hubo quien consideró necesario crear una ONG de control "sin influencias externas" que hiciese las veces de guardián del guardián. Es el caso de Human Rights Watch (HRW).

El pasado 13 de agosto, HRW publicó un informe, firmado por Joe Stork, en el que se aseveraba que el pasado enero, en Gaza, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) habían asesinado a tiros a doce civiles palestinos, incluyendo niños, que agitaban banderas blancas. No voy a discutir aquí el detalle de esas acciones, perfectamente documentadas y en este momento bajo investigación de las FDI. Tendría que escribir varios artículos cada día para aclarar puntualmente cada una de las afirmaciones que en internet, en la radio, en la televisión y en la prensa de papel se hacen contra Israel de manera permanente. Los israelíes no puede darse el lujo de ignorarlas, de modo que el Ministerio de Exteriores produjo una refutación de las acusaciones de 163 páginas, que no voy a resumir por parecerme ocioso.

Lo que sí me interesa exponer es el carácter de la fuente del informe acusatorio, tanto en lo que se refiere al autor como a la organización que lo respalda.

La directora del Departamento de Medio Oriente de HRW, Sara Leah Whitson, pertenció con anterioridad a organizaciones proárabes, y recientemente ha viajado a Arabia Saudí en busca de fondos para su ONG, que le fueron concedidos. Según Ben-Dror Yemini, en Maariv del 21 de agosto, cuando Stork empezó en HRW "no tenía especial experiencia en este campo" y "su único talento fue una serie de artículos especialmente hostiles hacia Israel". Yemini, editor de opinión de Maariv, había publicado el 16 de agosto, tres días después de la aparición del Informe HRW, otro artículo con el elocuente título Autor de Informe contra Israel apoyó la masacre de Munich. Pues sí, de ahí viene Stork: del MERIP (Middle East Report and Information Project).

Ante la acusación de Yemini, Stork envió una carta a Meeriv en la que afirma que aquellas eran sus opiniones hace muchos años. Pero en 1993, en un artículo sobre las relaciones entre Israel y los Estados Unidos, Stork no sólo insistió en sus ideas de la época del MERIP, sino que se citó a sí mismo en notas al pie, con textos procedentes de su antiguo medio.

Stork alega también que, en relación con Munich, él sólo fue "uno de los siete" que elaboraron el apoyo de MERIP a la masacre de los atletas israelíes en la ciudad alemana en 1972, perpetrada por un comando de Setiembre Negro, rama de la OLP de Arafat. Pero su currículum en la página de HRW recuerda que él había sido uno de los creadores del medio y era su editor en jefe.

Dejemos a Stork y a HRW, ya suficientemente retratados —no se necesita gran cosa—, para hacernos unas cuantas preguntas sobre el nivel de poder que poseen, altísimo. Creo que lo descubrieron los negros americanos post-Luher King, los de Farrakhan, los negros racistas de los lobbies de Washington: cuanto más notoria sea tu organización y más reducidos sean los miembros calificados del colectivo minoritario que representas, más fácil es conseguir dinero público para financiarlo, aumentando el número de tus funcionarios y los salarios de los mismos, empezando por el tuyo, que, además, puedes ser representante o diputado en corto tiempo. Eso sí: tienes que estar dispuesto a todo, a más que los políticos, que tienen cierto control, y a más que los cuadros de las Organizaciones Gubernamentales o Paragubernamentales o, aún más, Supragubernamentales. Greenpeace puede ir mucho más lejos que el euroempleado dedicado a la salud de los bosques del continente, pueden presionarlo, justificar sus decisiones políticas, jalearlo por ello y hasta hacerlo reelegir. Tiene más poder que el poder. Son, en lo esencial, organizaciones de propaganda, de "concienciación", dicen ellos, en perfecta enemistad con la lengua española. Determinan, fabrican, al menos la mitad de las ideas que llenan las perezosas cabezas de la mayoría, incapaces de generar algunas propias.

Las de Stork son especialmente peligrosas, pero las más inocuas, la de que hay que salvar a las ballenas o a los elefantes, cambiantes según convenga a la WWF, manejada por casa real británica de acuerdo con sus intereses africanos, mueven millones en safaris y limosnas de progres.

Por favor, querido lector, dele al mendigo de toda la vida, el que está como los profetas sentado a la puerta de un templo; no suelte un céntimo para derechos humanos, que puede acabar formando parte de un billete para pariente de etarra preso lejos del País Vasco (o sea, tal vez, en Burgos o en Madrid).

Horacio Vázquez-Rial

vazquezrial@gmail.com
www.vazquezrial.com

http://agosto.libertaddigital.com

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