segunda-feira, 1 de novembro de 2010

El truco del falso golpe de estado

Mauricio Funes, presidente de El Salvador.
En los días recientes el gobierno del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) y el propio FMLN han estado pregonando a los cuatro vientos la grotesca idea de que se está fraguando un golpe de estado.


Como es la norma en las comunicaciones de ambas entidades, los acusadores no han presentado prueba alguna, tampoco el menor indicio. Ante las demandas de los periodistas, los personeros del FMLN, tan dados a lanzar las acusaciones con gran seguridad, pasan inmediatamente a hacer conjeturas; a decir, por ejemplo, que es posible que personas inconformes con el gobierno piensen en golpes de estado. Estos personeros callan totalmente cuando sectores empresariales y de la oposición exigen que digan quiénes son los que están preparando el supuesto golpe y que la ONU investigue el asunto. Pero da igual que haya quedado demostrado que sus acusaciones no son más que especulaciones: enseguida vuelven a la carga.

¿Por qué el FMLN y el gobierno se han clavado en una idea tan absurda? Cualquiera podría creer que esas acusaciones son prueba de que el FMLN ha perdido la medida de la realidad y no darles mayor importancia. Pues sería un error, porque el truco del falso golpe de estado es tan viejo como la historia, y cada vez que se ha usado ha presagiado problemas muy graves. En general, los gobiernos dictatoriales han usado el truco con dos propósitos complementarios: 1) culpar a algún grupo de los problemas que no pueden resolver o que de hecho están provocando y 2) justificar la adopción de medidas contra el pueblo y en especial contra los grupos acusados de golpismo.

Uno de los casos más sonados de la Antigüedad fue el del incendio de Roma, que Nerón atribuyó a los cristianos para mejor perseguirlos y eliminarlos. En tiempos más recientes, Hitler usó el incendio del edificio del Parlamento alemán para denunciar lo que, dijo, era un golpe de estado y, acto seguido, desatar una persecución inmisericorde contra sus opositores.

Aunque Hitler fue un maestro en este arte, Stalin fue el que lo llevó a la perfección. En los años 30, el georgiano justificó los enormes fracasos de sus políticas económicas recurriendo al argumento del sabotaje, obra de traidores que querían destruir el régimen comunista desde las empresas industriales y agrícolas. La oleada de terror y represión que desencadenó se cobró la vida de veinte millones de personas. Luego, durante el Gran Terror, mató a varios millones más; esta vez se trató de gente que había sido comunista en los primeros tiempos del régimen bolchevique, o incluso antes de 1917...

En El Salvador, la motivación principal parece ser el esconder los fracasos del gobierno tras una amenaza falsa, al objeto de mantener la fidelidad de los seguidores del FMLN en medio de la decepcionante realidad. Ahora bien, la repetición sistemática de las acusaciones daría lugar a la sospecha de que lo que se busca es justificar una oleada represiva contra los que no estén de acuerdo con el gobierno. En la historia, una cosa ha llevado a la otra. Esa sospecha se refuerza por el hecho de que las denuncias son tan grotescas, que su credibilidad merece dudas incluso en el seno de la izquierda, tanto en el plano local como en el internacional. Hasta la Conferencia Permanente de Partidos de América Latina y el Caribe (Coppal) se ha sentido obligada a decir que no hay indicios de intento golpista alguno en el país. De hecho, el presidente de la institución, el veterano político argentino Antonio Cafiero, ha instado al gobierno y al FMLN a buscar la cordialidad con los partidos de la oposición. El FMLN no puede descalificar esta opinión como propia de enemigos ideológicos conjurados contra el gobierno de la nación, toda vez que forma parte de la propia Coppal, una de las instituciones de izquierda asociadas al Foro de Sao Paulo.

Nada de esto es bueno para el país. Y, desde luego, no ayuda al presidente Funes, que dice que quiere inspirar confianza a la ciudadanía y cumplir con la obligación constitucional de buscar la paz social.

© El Cato

MANUEL HINDS, ex ministro de Finanzas de El Salvador.

http://exteriores.libertaddigital.com

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